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La moratoria retrasa el parque eólico marino de l'Atmella

La suspensión de las ayudas a los nuevos parques eólicos dictada por el Gobierno a principios de año no solo afecta a los proyectos en tierra. También deja en vilo el que sería el primer parque eólico marino experimental en España, en el municipio de l'Atmella deMar, frente a la costa de Tarragona. El Ejecutivo catalán anunció el proyecto el 23 de diciembre de 2011, apenas un mes antes de que el ministro de Industria, JoséManuel Soria, infligiera por sorpresa una moratoria a los incentivos económicos que reciben las renovables. El objetivo de la contundente medida es, según el Gobierno, atajar el escollo del déficit de tarifa, la enorme deuda de 24.000 millones de euros del Estado a las compañías eléctricas.

En estos meses, el proyecto Zèfir, que impulsa el Instituto de Investigación en Energía de Cataluña (IREC), ha obtenido la declaración de impacto ambiental -uno de los primeros escollos por la oposición de algunas organizaciones ecologistas-, la tramitación del Ejecutivo catalán y el punto de conexión para verter a la red la electricidad de los cuatro aerogeneradores de 20 MW de potencia que se construirían a menos de tres kilómetros de la costa.

La autorización definitiva, pendiente Del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, para levantar las máquinas mar adentro deja un último obstáculo: las dudas de las empresas sobre la inversión en un proyecto experimental sin ayudas y sin saber cuál será la normativa que acotará la eólica a partir de 2013. "Si se congela la prima, la viabilidad económica del parque sufre y hará que el proyecto se retrase", según Antoni Martínez, director general de IREC. El recorte anunciado obligaría al parque eólico marino en ciernes a acudir al mercado eléctrico sin más, lo cual rebajaría los ingresos de 180 a 50 euros por kilovatio/ hora.

Ante la incertidumbre sobre la rentabilidad del proyecto, las empresas participantes y el Gobierno catalán estarían renegociando la financiación público- privada y esperan que Industria mantenga las primas a estos cuatro aerogeneradores en calidad de planta de ensayo, no comercial. "Si no hubiera sido por el real decreto, el proyecto ya estaría en marcha. De mantenerse las primas, el parque podría salir adelante a partir de 2014", concluye Martínez.

El rechazo de las cofradías de pescadores y del Ayuntamiento de l'Atmella, que temen el impacto que los cuatro aerogeneradores, tan cerca de la costa, podría tener en el turismo y en la pesca, se habría limado en estos meses. El IREC y las empresas estarían negociando ciertas contrapartidas que pide el consistorio para crear puestos de trabajo en la región y convencer del atractivo turístico que puede tener el parque eólico.

"Bristol tiene cientos de megavatios a 10 kilómetros de la costa y, en lugar de decir que es feo, han construido una torre como mirador de la eólica. Este proyecto es pionero y, si se pierde la oportunidad, será un tren que no habremos sabido coger", asegura el presidente de la Asociación Eólica de Cataluña (EolicCat), Miquel Cabré.

El Ayuntamiento de l'Atmella sigue siendo reacio al parque eólico, pero el consistorio se muestra abierto a negociar. "La eólica es una apuesta de futuro porque es limpia, eso está claro; nosotros pedimos que el empleo se quede aquí. Vivimos del turismo y de la pesca, hay que buscar sinergias y crear puestos de trabajo", pide el alcalde de la localidad, Andreu Martí. Desde IREC se plantea formación específica en las dos escuelas náuticas de l'Atmella, formación para el sector pesquero y buscar salidas turísticas.

El primer ensayo de turbinas flotantes

De salir adelante la primera fase, el primer parque eólico en España vería levantarse en un segundo tiempo, en 2015, otros ochos aerogeneradores de 50 megavatios de potencia a unos 20 kilómetros de la costa. Para ese momento estaría lista la tecnología capaz de ofrecer turbinas flotantes que ya están probando otros países, como Noruega. El problema en España es que la plataforma continental cae a mucha profundidad a pocos metros de la costa, haciendo imposible apuntalar las turbinas sobre el lecho marino.

Llevar los molinos 20 kilómetros mar adentro encarecería los costes, pero serviría al sector para probar el potencial de la eólica marina en la costa española. "Hacerlo a 20 km es más caro, pero es plenamente competitiva si consideramos el valor que tiene", según Miquel Cabré.

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