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La ruinosa aritmética de los rescates

Hace ya bastante tiempo leí en algún sitio (perdonden la falta de concreción) que la culpa de la crisis subprime era de Excel, esa hoja de cálculo que lo aguanta todo. No hay más que tener un suficiente número de variables que retocar para obtener el resultado pretendido antes de abrir el dichoso programa.

En un mundo normal, el hundimiento del PIB de Grecia un 7,2% en los últimos 12 meses sería otro clavo más en el ataúd de la austeridad. En el mundo actual es una noticia que pasa desapercibida mientras elegantes hombres de Estado debaten fórmulas para que la realidad se parezca a la hoja Excel con la que acuden a sus reuniones intergubernamentales.

La aritmética simple, sin embargo, es aún más tozuda. La deuda de Grecia es de un 150% de su PIB, según Eurostat. Por lo tanto, si el PIB se reduce el 7,2%, para mantener estable el nivel de deuda sobre PIB la deuda (el numerador) debe reducirse en un porcentaje aún mayor que el PIB (el denominador), concretamente alrededor del 10%. Y solo hay dos formas de hacerlo: vía ajustes o vía quitas de deuda. En el Eurogrupo del lunes el ministro alemán de Finanzas aseguraba que Grecia podría cumplir su objetivo de deuda sin que lo notasen los acreedores. Con una hoja Excel, supongo.

El propio FMI comentó en su informe económico de octubre que los ajustes fiscales estaban teniendo un efecto mayor de lo esperado sobre el crecimiento (aquí, en la página 41). En la terminología financiera aseguró que "los multiplicadores fiscales son superiores a lo estimado incialmente". En castellano, que austeridad y crecimiento son excluyentes, por muchas moralejas infantiles que nos cuenten. Si se recorta demasiado, no se crece.

El fondo hablaba de un multiplicador de 1,7 veces, lo que significa que si se recortan gastos por un 1% del PIB, pongamos, el PIB retrocede un 1,7%. Los ajustes para cuadrar las cifras traen más recesión, que a su vez agrava la situación de las cuentas públicas por la menor recaudación impositiva. Y la desconfianza de los mercados eleva más y más los tipos de interés, y esos intereses se pagan a cargo del erario público. Por mucho que se recorte, cada vez hay que recortar más.

Por eso, como de la mano de los rescates vienen ajustes brutales, al final la efectividad de éstos es más que dudosa, pues lo que se gana por los menores tipos de interés se pierde por el lado del crecimiento. Si de lo que se trata es realmente de que el país rescatado camine por sí solo, su utilidad es dudosa. Si de lo que se trata es de de impartir, a golpe de pobreza, lecciones morales, o de que los inversores cobren hasta el último céntimo, los rescates sí han funcionado. Salvo en Grecia, donde habría sido más rentable para Europa condonar la deuda en 2010 que forzar estos ineficaces ajustes.

Así que, por mucho que Olli Rehn haya dicho que España está cumpliendo, Bruselas y Berlín no van a cambiar de línea argumental. Cuando la Comisión vuelva a examinar las cifras españolas, exigirá más recortes, porque la recesión habrá hecho que no se cumplan los objetivos. Y probablemente para entonces ya estemos en la rueda de los rescates.

Música contra la crisis. The Byrds Turn, turn, turn

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