La eurozona se salva pero no se recupera
Olvidemos por un minuto la deuda, el déficit y los deseos de los mercados financieros. Pensemos solo en la economía real del trabajo y el consumo. Desde esta perspectiva, parece que la zona euro no está tan mal. La tasa de desempleo del 11,6% es elevada, pero el PIB solo ha caído un 2% con respecto al máximo histórico alcanzado en el primer trimestre de 2008.
Dadas las circunstancias, la situación podría ser peor. Si políticos y banqueros centrales hubieran respondido con algo menos de acierto ante la crisis financiera de 2008 y la del euro en curso, la zona euro se hubiera quedado atascada en un círculo vicioso de deuda, deflación y deterioro económico. Sin embargo, las dos mayores economías, Alemania y Francia, crecieron en el tercer trimestre, aunque solo fuera un exiguo 0,2%. Si las condiciones financieras lo permiten, las reformas que se están llevando a cabo en Italia, España, Portugal y, a no mucho tardar, en Francia deberían con el tiempo conducir al crecimiento económico y a la reducción del paro.
Ahora, recuperemos las cuestiones financieras. El déficit fiscal y la deuda son excesivos, y los mercados han perdido la paciencia. Si el crecimiento fuese lo suficientemente rápido y la inflación superara el 2,5% actual, los problemas desaparecerían. Pero la deuda se mantendrá congelada como un glaciar siempre y cuando la escalada del PIB se mantenga cercana a cero. Paradójicamente, si no fuera por efecto de enfriamiento del glaciar, el crecimiento sería más rápido. El deshielo sería bienvenido, pero los banqueros centrales advierten de años, quizás de una década, de consolidación de la deuda. Aún así, podría ser peor. Una década de crecimiento mínimo no debería ser tan insoportable para la zona euro, que seguirá más o menos disfrutando del estilo de vida más próspero de la historia.