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Columna
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Japón evita el precipicio fiscal

Japón ha evitado un haraquiri fiscal. La decisión de los partidos de la oposición de desbloquear los planes de gasto público del Gobierno supone un gran alivio para una economía que se ha contraído a un ritmo anualizado del 3,5% en el pasado trimestre y es probable que sufra una nueva contracción en el trimestre actual.

Las exportaciones están dando tumbos en medio de una débil demanda global y un boicot a los productos fabricados en Japón en China. Como parte del acuerdo para poner fin al estancamiento político, el primer ministro, Yoshihiko Noda, ha acordado convocar elecciones, lo que podría tener lugar el próximo mes. Si el Partido Conservador arrebata el poder al gobernante Partido Demócrata, el recién elegido líder conservador, Shinzo Abe, será primer ministro por segunda vez. Entre las primeras cosas que hizo Abe durante su primera etapa como primer ministro fue recortar su propio sueldo en un 30% y hacer un llamamiento a la reducción del gasto público. Apretarse el cinturón fiscalmente fue una mala idea entonces, sobre todo porque el banco central había terminado prematuramente su programa de cinco años de flexibilización cuantitativa.

Esperemos que Abe no repita el error de predicar el mantra de la austeridad en el momento equivocado. La demanda del consumidor ya está en riesgo como consecuencia de la futura duplicación del impuesto sobre las ventas, defendido desde hace mucho tiempo por conservadores como Koji Omi, ministro de Finanzas de Abe en 2006, como un paso hacia el equilibrio fiscal. Hay que reconocer que Abe recientemente instó al Banco de Japón a sermás audaz y a fijar un objetivo de inflación de 3%. Eso es pragmático. Japón necesita desesperadamente convencer a los ahorradores internos de que el yen de sus cuentas bancarias valdrá menos mañana.

Para dar una oportunidad a los exportadores de electrónica de Japón, hay que convencer a los inversores de que deben cambiar yenes por dólares. Además, un repunte repentino de la inflación también podría reducir la carga de la deuda del Gobierno, que llegará al 237% del PIB a finales de 2012, según el FMI. Por el contrario, el conservadurismo fiscal prematuro solo deteriorará la economía de Japón.

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