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A fondo

Hacia un sindicalismo más útil para los trabajadores

Los sindicatos no tienen garantizado el éxito de la huelga de hoy. A pesar de la crispación social que existe, muchos trabajadores recelan del trabajo sindical. Por ello, CC OO y UGT, sobre todo, deberán analizar el resultado del paro de hoy para tomar decisiones sobre su funcionamiento futuro.

Los sindicatos se la juegan siempre en una huelga general. Pero quizás con la de hoy, las centrales mayoritarias, CC OO y UGT, se la juegan todavía más. Los españoles nunca han estado llamados a utilizar la mayor herramienta de protesta dos veces en tan corto espacio de tiempo (sólo han transcurrido siete meses y medio desde la anterior huelga general del 29 de marzo) y eso ya de por sí supone un reto para los organizadores y quienes los apoyan.

En este caso, también por primera vez, el PSOE se ha posicionado claramente a favor del paro, por lo que el éxito o el fracaso de la convocatoria supondrá el éxito o fracaso de todos ellos y sus planteamientos alternativos al Gobierno.

A nadie se le escapa que la convocatoria tiene sus riesgos y su seguimiento masivo no está ni mucho menos garantizado, a pesar del crispado clima social existente por los recortes presupuestarios, sobre todo en sanidad y educación; la avalancha de deshaucios; y las bajadas salariales del sector público y privado, cuando no los miles de despidos que salpican cada mes a la mayoría de las familias españolas.

Pues a pesar de todo esto, el clima de huelga general no termina de estar presente. Aunque las cúpulas de CC OO y UGT llevan varias semanas celebrando asambleas por toda España, encargando banderas y cartelería y, en general, calentando motores para el 14-N, el paro sigue sin estar en boca de todos, ni siquiera en su víspera.

De hecho, fuentes sindicales reconocen que esta vez "está costando hasta movilizar a nuestras propias bases", que en muchas empresas les reprochan y a veces les culpan de la mala situación que atraviesan.

¿Por qué ocurre eso? En primer lugar por el proceso progresivo de desmovilización que ha experimentado la sociedad española, en parte por efecto del boom económico hasta 2008. Pero tampoco se puede obviar cierta responsabilidad del papel de los sindicatos que no están logrando recoger ni canalizar el descontento general de los trabajadores, que les consideran parte del 'stablishment'.

Incluso otros movimientos sociales que han surgido en los dos últimos años como el 15-M u otros similares de carácter asambleario o espontáneo han conseguido sacar a la calle a una cantidad de gente que los sindicatos ni se atreven a imaginar.

Además, a todo este recelo hacia los sindicatos se unen en muchos casos motivos meramente económicos para no secundar la huelga de hoy: muchos trabajadores no están en condiciones de prescindir de un día de salario, dadas las actuales circunstancias.

Por todo ello, CC OO y UGT deberán ser muy analíticos a la hora de evaluar el seguimiento de la huelga y tratar de extraer las conclusiones más adecuadas para la continuidad futura del sindicalismo, muy necesario.

La reflexión puede partir de la propia financiación con subvenciones públicas de estas organizaciones, que ya han recibido un importante hachazo y que previsiblemente experimentarán nuevos recortes. Por esto, pero sobre todo por el descrédito generado entre parte de la clase trabajadora, los sindicatos deben atravesar por un proceso de refundación tanto ideológica como de su forma de trabajar en el día a día.

El viraje hacia estar más presentes en seno de las empresas -y sobre todo buscar fórmulas efectivas de representación en las pymes- debería convertirse en una obsesión para los sindicatos.

Si este trabajo para intentar minimizar constructivamente los daños diarios del tejido productivo se hiciera bien, la afiliación (y por ende la financiación) llegaría prácticamente por sí sola.

A partir de mañana, CC OO y UGT deberán decidir, por tanto, si se producen o no estos cambios, su intensidad y quienes los van a hacer.

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