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Tribuna
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Las reformas laborales reforman a más de uno

No salgo de mi asombro al comprobar cómo ciertos sectores profesionales, doctrinales y de opinión, van modificando, y adecuando sus opiniones en función del momento en que se vierten, y a medida que la realidad económica y social va sobrepasando tanto a la realidad como a los previos planteamientos tildados de infalibles.

Me explico. Los problemas laborales y el continuo aumento de la tasa de desempleo en España ya no es una cuestión de reforma laboral, de rigidez del mercado de trabajo o de un derecho laboral "anquilosado u obsoleto". No, ahora, tras una sistemática y persistente campaña de acoso y derribo a las leyes laborales iniciada hace más de dos años -recuerdo ya como del siglo pasado, la reforma operada en junio de 2010 a través del RDL 10/2010 de fecha 16 de junio-, el desempleo, la escasa, por no decir nula, mejora de la competitividad y la productividad, así como la ausencia de creación de puestos de trabajo obedecen a otras razones.

Acabáramos: ¡Ahora los problemas de todos nuestros males laborales son debidos a que deben reformarse otras materias, y sectores como la educación, el sistema financiero, la sanidad, el sector público, y un largo etcétera!

Opino, no sé ustedes, que todo es mucho más sencillo de lo que parece. Menos complicado de lo que nos quieren hacer creer. En efecto, lo que está pasando no deja de ser un ciclo económico y social de recesión extremadamente complejo. Mucho más largo de lo inicialmente esperado, particular y diferente al pasado (como lo es el hecho de asumir un periodo de desaceleración, y crisis por primera vez en el formato Unión Europea), y con consecuencias sociales sobre el empleo y el estado de bienestar muy relevantes.

Por supuesto que, a la grave situación que España atraviesa, contribuyen excesos como lo son el resultado de gobernar en tiempos de bonanza con políticas de incremento del número de empleos en los sectores públicos sin atender a razones de necesidad, y permítanme "estrictamente empresariales o de negocio", el abono de indemnizaciones y blindajes desorbitados si atendemos a meros resultados financieros o económicos de las empresas pagadoras (no será yo quien ose enjuiciar otro tipo de cualidades o resultados de sus perceptores), no haber forjado, incentivado, y hasta exigido políticas industriales "serias" o de I+D a medio, y largo plazo, continuas mejoras en prestaciones sociales con, no en pocas ocasiones, efectos perversos (desincentivar el trabajo), etc.

Ahora bien, dicho sea, todas estas cuestiones y prácticas, que yo recuerde, no se contemplan ni venían reguladas en nuestra legislación laboral previa ni post reforma laboral.

Sí he de manifestar, en cambio, en mi humilde opinión, que todas las recientes reformas laborales encaminadas a la flexibilización interna de las relaciones laborales en las empresas así como, cambios introducidos en el campo de la negociación colectiva han ido en la dirección adecuada para que éstas puedan reaccionar ante los múltiples cambios y fluctuaciones en el sector donde operen con mecanismos más ágiles, y en definitiva acordes a la rapidez necesaria fruto de la toma de decisiones empresariales. Cuestión distinta, sería hablar de la certidumbre y seguridad jurídica impregnada a través de las recientes reformas laborales.

En resumen, y volviendo al inicio, sería positivo, amén que enriquecedor para el debate, que aquellos que explícitamente hayan alimentado opiniones o defendido posturas mantengan sus tesis, aún a riesgo de poder equivocarse, pues las contradicciones en función del interés de cada momento, cronológica e inevitablemente demuestran incoherencia. Es lo que tienen las hemerotecas.

Alfredo Astra es Socio del Departamento Laboral de CMS Albiñana & Suárez de Lezo

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