Una formación laboral aplicada
El desempleo juvenil en España se acerca al 50% de los activos, con tasas más elevadas incluso en los colectivos con estándares formativos más limitados, y las cotas de abandono escolar temprano sacan del circuito formativo regulado a uno de cada cuatro jóvenes, pese a que las oportunidades laborales no abundan ahora. Por ello, además de una reforma integral de los itinerarios educativos regulados, el Gobierno ha puesto en marcha un mecanismo de formación profesional aplicada, en el que quien lo curse debe compatibilizar sus estudios de formación profesional reglada con prácticas en empresas. No habrá remuneración para quienes lo hagan, salvo becas que las empresas o las administraciones puedan habilitar en programas específicos, y la experiencia profesional será la única compensación.
El Ejecutivo no ha inventado nada: ha adoptado un modelo que ya funciona en Alemania y Suiza y que tiene un elevado éxito, medido en el grado de integración laboral de quienes participan en estos programas. Es cierto que estos dos países son el mejor banco de pruebas para este tipo de experimentos, por el grado de implantación de las actividades manufactureras. Pero España, con los sonrojantes niveles de desempleo juvenil citados, no puede dejar de intentarlo.