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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Otro largo año en blanco para Europa

El comisario europeo de Economía, Olli Rehn, confirmaba ayer los peores augurios macroeconómicos para la zona euro al hacer públicas unas escalofriantes previsiones que convierten 2013 en otro largo y duro año en blanco para una Europa ya exhausta. Si hace tan solo seis meses Bruselas apostaba por un repunte del crecimiento del 1%, la cifra se ha reducido ahora a una escuálida décima. Los números hechos públicos por Rehn -buena parte de ellos teñidos de rojo- constituyen un jarro de agua fría para todos aquellos que confiaban en que el año que viene comenzasen a vislumbrarse en la zona euro las primeras señales de una recuperación sostenida. A la vista del nuevo cuadro de previsiones, no solo no sucederá así, sino que los síntomas de mala salud se abren camino como un cáncer hacia el corazón de Europa. Mientras los denominados países periféricos verán profundizada la magnitud de la crisis -los datos apuntan, por ejemplo, a una caída del 1,4% en la economía española en 2013- el esperado robustecimiento de Alemania, Francia y Benelux todavía se hará esperar. Las previsiones de Bruselas confirman, además, que el proceso de consolidación fiscal en que están inmersas buena parte de las economías europeas no está dando los resultados esperados, debido a que la caída del crecimiento está neutralizando el efecto de los recortes. Ello hace prever que la economía española cierre este año con un 8% de déficit -apenas un punto por debajo de 2011- y lo haga el siguiente en un 6,4%, en lugar del 3% exigido por Bruselas. Pese a constatar esta cruda realidad, las directrices de la Comisión Europea y su receta para salir de la crisis se mantienen con firmeza. Es necesario continuar con recortes y reformas, resalta Rehn, quien asegura que será a partir de 2014 cuando los europeos comiencen a percibir esos brotes verdes que -de momento- no terminan de germinar.

La decisión de mantener la magra dieta de Berlín -reformas estructurales y recortes de gastos- traerá como consecuencia un redoble de la presión sobre las economías más desequilibradas de la eurozona. Ello implica que Bruselas -así lo ha anunciado el propio Rehn- impondrá la adopción de nuevas reformas a España para 2014 como única fómula para tratar de meter en cintura el déficit. Las previsiones de la Comisión Europea atribuyen parte del desvío español de ese año al hecho de que en 2014 expira la subida del IRPF aprobada este año por Mariano Rajoy, lo que supone una invitación a Madrid para que convierta esa subida coyuntural en una subida estructural y, por tanto, mantenida en el tiempo. Las recomendaciones de Bruselas chocan frontalmente con el anuncio realizado el pasado martes por Rajoy respecto a una posible bajada de impuestos precisamente en 2014. Las palabras del presidente del Gobierno apuntan a un mero brindis al sol y a una nueva promesa -una más- que la tozudez de los números y el pragmatismo de la aritmética van a hacer muy difícil, por no decir imposible, de cumplir.

Las malas noticias europeas contrastan con los ecos de las elecciones presidenciales en Estados Unidos y con las palabras de un optimista Barack Obama que, tras ser reelegido, anunciaba ayer: "Lo mejor está por venir". Más allá del sentimiento eufórico de victoria y de los discursos encendidos, Washington tiene ante sí el reto inmediato de lidiar contra una crisis fiscal que debe ser resuelta antes de final de año -a través de un acuerdo entre demócratas y republicanos- a fin de evitar que el país pueda caer en una grave recesión a lo largo de la próxima década. Una vez logrado ese acuerdo, la tarea de Obama pasa por controlar el déficit público en el país, que constituye una de las grandes preocupaciones en Wall Street, y por mejorar las relaciones diplomáticas con una China cada vez más fuerte política y económicamente. De la buena evolución de la economía estadounidense dependen no solo el bienestar de las familias estadounidenses y la buena salud de las empresas del país, sino también las previsiones de una economía cada vez más globalizada e interconectada. Con una Europa sumida en la crisis es más que suficiente para un año que será sacrificado y difícil.

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