Un país en cambio imparable
Una vez celebradas las elecciones en Estados Unidos se confirma que la división ideológica en el país es cada vez más clara. El autor analiza este fenómeno y los ajustados resultados de los comicios.
El consenso del análisis antes de los comicios y a la vista de los resultados, además de la prioridad prestada por los votantes, unido a ciertos temas, ofrece un retrato de drástica división ideológica y social en Estados Unidos. Está por ver si la polarización, inédita en décadas, es una señal de permanencia o de evolución hacia otro formato político que domine las elecciones de 2016, ya sin Obama, generador del cambio.
Reduciendo las señales proporcionadas por los resultados, se confirma una cierta inclinación del voto republicano en los núcleos rurales, sureños, y del centro del país. Los favores demócratas son más perceptibles en los bloques urbanos, y en la orilla atlántica (sobretodo la norte) y la del Pacífico. Romney recibió más apoyo de más hombres y de altos ingresos, pero también de asalariados y jubilados temerosos de sus existencias. Obama sigue siendo el favorito de más mujeres jóvenes, minorías raciales y culturales, ciudadanos de cultura alta, e incluso en acomodados con sentido de responsabilidad social. Pero este retrato simplificado está sujeto retoques, aclaraciones y especulaciones acerca del futuro.
En primer lugar, más allá de la dictadura de una lectura de los resultados basada exclusivamente en la emisión de votos del Colegio Electoral, ese malo de la película que todos critican y pocos se atreven a reformar, hay otras cifras dignas de meditación. Según el sistema que catapulta a un candidato a la Casa Blanca, dos tercios (algo más de 300 votos electorales) del país eligieron a Obama. Pero Romney lo superó en el número de estados, y empató en el voto popular. Si el Colegio Electoral se guiara por el método de "un voto por estado", habría ahora un presidente republicano. Los datos fríos aproximados ofrecen otros insoslayables ángulos.
En las dos elecciones exitosas de Obama, alrededor de 130 millones votaron, lo cual aproximadamente refleja que solo uno de cada dos electores potenciales fue a las urnas. Esta vez cada uno de los candidatos recibió unos 55 millones de votos. Esto representa que solamente uno de cuatro electores efectivos optaron por Obama, o sea solamente uno de cada seis de la población. Nótese que si en 2008 Obama superó a McCain en diez millones de votos, ahora ha sido reelegido con unas tablas técnicas. Especialmente los que votaron republicano en 2008 y esta vez, no le perdonaron ni le perdonarán el éxito, a no ser que aprendan a reconstituir su estrategia política.
Romney perdió en gran medida por invitar a una mayoría a que se unieran a sus valores; Obama ha estado mandando un mensaje de dirigirse en la dirección de las mayorías. Romney se ha visto perjudicado por tener que mirar de reojo a su derecha y protegerse de los golpes del Tea Party. En gran parte, ésta ha sido la clave de su insuficiente perseverancia recompensada por los votos populares. El veredicto del sistema del Colegio Electoral es lo que cuenta al final. Ser subcampeón de la Copa Mundial es una estadística olvidable.
Obama, reservando su carisma hasta el último minuto, el discurso de aceptación, ha estado ofreciendo una agenda calificable como socialdemócrata moderada, intentando la alquimia que en Europa tuvo éxito. Va a seguir cultivando esa táctica de implicar la lealtad de los sectores tradicionales del centro izquierda del Partido Demócrata, que incluye la aureola del Kennedy, el progresismo de Johnson, el idealismo de Carter, el pragmatismo de Clinton. Primará, por supuesto, las expectativas de los hispanos, clave de su reelección.
El sucesor de Romney o los que hereden la confusión del Partido Republicano, con o sin el Tea Party, deberá meditar si quiere ampliar su clientela. Significativamente, volverán las miras hacia esos sectores que todavía no han podido votar pero que, al alcanzar la mayoría de edad, lo pueden hacer. Los jóvenes de las familias que tradicionalmente profesan valores conservadores predeciblemente seguirán la senda de sus progenitores. Pero su lealtad no está garantizada. Además del hecho sociológico consistente en la evolución ideológica de los hijos, hay que contar con el detalle de que los nuevos votantes van a estar en contacto más directo con una sociedad en cambio, más mestiza, más diversa en ingresos y oportunidades, y sobretodo en visión de un planeta en transformación. Si sirve de predicción, resultará interesante observar la reacción del Congreso ante el referéndum (aunque no vinculante) de Puerto Rico al declararse mayoritariamente favorable a ingresar en la Unión como estado, con lo que contribuiría a convertir al país en más mestizo cultural y lingüísticamente.
Las carencias de trabajos bien remunerados pueden hacer dudar a esos nuevos electores de la bondad de la iniciativa privada abogada por Romney. Nada tiene de extrañar, por lo tanto, que el futuro republicano sea más dudoso en las próximas décadas. La tozudez de la mayoría republicana en el congreso en bloquear programas progresistas de origen demócrata se puede convertir en un bumerang letal.
Por otra parte, Obama y su sucesor deberán cumplimentar las expectativas de sus nuevos votante y la de los demócratas "de toda la vida" con realidades constatables de empleo razonablemente remunerado, protección laboral, educación asequible, vivienda financieramente al alcance, mínima sanidad protegida. En suma, deberán confirmar que el aparente insulto de "socialista" propinado por Romney no está desencaminado. En fin, el Partido Demócrata del futuro deberá dar señales concretas del "sueño americano" cuya variante demócrata ha sido preferida a la vaga oferta de Romney. De momento, los hispanos le preguntarán a Obama: "Y de lo mío, ¿qué?"
Por ahora, la ventaja que Obama tiene, que legará a su sucesor, es que puede prometer "que lo mejor está por llegar". Tanto durante la campaña como en estos próximos cuatro años lleva una ventaja sobre sus opositores. El mensaje demócrata supera al republicano en que cada vez serán más lo que al final del día se preguntarán si quieren ser parte de la construcción de una nación por libre voluntad. Si ese plebiscito diario palmado por Ernest Renan es positivo por lo menos en este segundo mandado, el esfuerzo de Obama habrá valido la pena.