Rusia y la inestabilidad
Vladimir Putin tiene la intención de burlarse de los optimistas que le dieron el beneficio de la duda cuando se reinstaló en la presidencia de Rusia. Pensaban que la razón le guiaría hacia un camino de reformas. En lugar de ello, parece decidido a poner fin a los escasos intentos de liberalización por los que abogó tímidamente su predecesor y ahora primer ministro Dmtri Medvédev. En muchos aspectos, Vladimir Putin está haciendo retroceder a Rusia, haciendo gala de su represión contra la desafiante disidencia interna y su desprecio por los críticos extranjeros. Los dos años de cárcel impuestos a las componentes de la banda de rock Pussy Riot fue el hecho más esclarecedor de la nueva presidencia de Putin, pero no el más importante. Debe ponerse en el contexto de las persecuciones legales a los oponentes políticos, la expulsión del parlamento de un crítico de Putin por sus obedientes compañeros de partido, y la expulsión esta semana, bajo un pretexto falso, de la misión de ayuda de Estados Unidos en Moscú.
Más preocupantes son las señales de que Vladimir Putin ni siquiera pretende fingir que necesita al presentable y supuestamente reformista Medvédev para poner una cara amable en su régimen. El presidente reprendió públicamente a los ministros de Medvédev esta semana por no incluir en sus presupuestos los planes de gasto que ordenó poco después de asumir el cargo. La capacidad de Medvédev para sufrir la humillación pública parece no tener límite.
Es hora de que los inversores se preocupen seriamente por Rusia. Esos que desean poner su dinero en el futuro del país pueden hacerlo eligiendo una de las muchas compañías que piensan cotizar en la Bolsa de Londres. Desde Sberbank a Megafon, hay grandes oportunidades para aprovecharse de los inmediatos y generosos dividendos. Incluso entonces, el inversor debería informarse de que el endurecimiento paranoico de Vladimir Putin no da más estabilidad a Rusia, como a los ingenuos les gusta pensar. Lo hace más impredecible.
Por Pierre Briançon