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Columna
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Italia, cuestión de competitividad

Los italianos deberían sentirse como Hércules luchando contra la hidra. La diferencia entre los bonos italianos y alemanes se cierne sobre la economía y la política italianas desde hace más de un año. Ahora, coincidiendo con la calma en los mercados, el Gobierno quiere centrarse en la productividad.

La competitividad y productividad de Italia no son debates nuevos. Los costes laborales unitarios nominales crecieron en una media del 2,5% cada año entre 1999 y 2011, por encima de la media europea del 1,6%. Roma está en peligro de rezagarse incluso de la periferia. Según Eurostat, los costes laborales unitarios crecerán un 1,7% este año, mientras que caen en España, Portugal y Grecia.

Un tema que gana atención es el de los sueldos y la negociación de contratos. Tanto el FMI como la Comisión Europea quieren que Italia anime a las empresas a fijar sus propios contratos laborales, en lugar de depender de los acuerdos nacionales o de los de la industria. Eso debería aumentar la flexibilidad y alinear los salarios con la productividad real. Fiat solía consultar con su plantilla para crear sus propios contratos, a pesar de la oposición del sindicato más antiguo del país. Pero un acuerdo de 2011 para fomentar la negociación a nivel de la empresa ha tenido un efecto limitado, y el Gobierno quiere que sindicatos y empleados lleguen a un nuevo acuerdo.

Además, las pequeñas empresas italianas necesitan apoyo para mejorar sus tecnologías y competir a escala global, pero los recursos del Estado son limitados, y luchan bajo una presión fiscal asfixiante y una compleja burocracia.

Las buenas noticias son que el Gobierno tiene al crecimiento y a la competitividad como prioridades para los últimos meses de mandato. Pero con los intereses de los bonos de nuevo en niveles tolerables, hay riesgo de que la presión para reformar se relaje, sobre todo tras las elecciones de 2013.

Por Neil Unmack

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