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Tribuna
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Cataluña y España

Un millón y medio de catalanes y catalanas salieron a la calle el 11 de septiembre. Unos para gritar a favor de la independencia, otros para pedir el pacto fiscal y un tercer grupo para manifestar su enfado y su rechazo con las relaciones entre España y Cataluña. Cuando sale a la calle una cantidad tan grande de ciudadanos, está claro que algo no se está haciendo bien y no se ha hecho durante muchos años. Personalmente entiendo que en el momento actual convergen una serie de circunstancias que hacen que no todos los asistentes estuviesen reclamando la independencia de Cataluña.

En este sentido, considero que la mejor solución para resolver los problemas de Cataluña no pasa por ese camino, así como que el incremento que las estadísticas marcan de los que hoy votarían a favor de la independencia viene motivado por la crisis y los errores que está cometiendo la Administración del Estado en su relación con Cataluña. Así lo demuestra el sondeo realizado por Gesop, según el cual solo el 22% de aquellos que ahora apoyarían la independencia de Cataluña no se sienten españoles. Esa contradicción no se entendería, insisto, si no se diesen una serie de errores que la Administración del Estado está cometiendo en su relación con Cataluña.

La solución, el entronque de Cataluña con España, pasa necesariamente por una fórmula de federación. Las autonomías se mostraron como un modelo válido en la Transición democrática. Ahora, el modelo parece agotado, por lo menos para Cataluña, que necesita otra fórmula. Bajo mi punto de vista, la del Estado federal.

En este sentido, hay hechos objetivos que demuestran esos errores de la Administración del Estado hacia Cataluña.

En primer lugar, la financiación. Como socialista, estoy totalmente de acuerdo en que el que más tiene, más debe aportar, pero en las actuales circunstancias hay que ser respetuosos cuando el que aporta tiene dificultades y el que recibe no es riguroso en el gasto. Por ello, es estrictamente necesario replantear el tema de la financiación.

En segundo lugar, también cabe la referencia a determinadas concepciones que se hacen de una España centralista y poco respetuosa hacia los intereses y sensibilidades de la periferia, lo cual supone un olvido de los intereses de Cataluña. Me refiero al corredor del Mediterráneo, que se ha visto minado por el apoyo del Gobierno del Estado al corredor central.

Y no es el único. Otro gran proyecto para el territorio que represento es el de los Juegos Mediterráneos de 2017, una gran oportunidad para consolidar internacionalmente tanto a Tarragona como a Cataluña y España. Y todo ello, unido a un contexto económico tan difícil como el actual, debería ser motivación suficiente para reunir el consenso y el apoyo unánime que dotase de una fuerza aún mayor a estos Juegos que, sin duda, pueden ser un motor de desarrollo económico y social en los próximos años.

Así pues, nos encontramos ante un panorama de incertidumbre en el que muchos reclaman la independencia de Cataluña y muchos otros claman al cielo ante tal posibilidad. La solución, como en muchos otros ámbitos de la vida, puede estar en el equilibrio, que pasa necesariamente por rebajar la tensión entre Cataluña y España, cuyas relaciones viven momentos de gran desgaste.

Tal vez algún día sea imprescindible que el pueblo catalán se someta a un referéndum, donde se pongan sobre la mesa todos los escenarios, se debata en tranquilidad y todos asumamos nuestras responsabilidades como partidos y como gobernantes.

El pueblo de Cataluña ha hablado alto y claro, el sentimiento de desafección es muy alto. Los catalanes, en gran parte, no se sienten valorados, ni apreciado su esfuerzo durante los últimos años y exigen respeto. Por parte del Gobierno central no se puede menospreciar el malestar existente. Es una situación seria y no coyuntural. Y por parte de Artur Mas no valen ambigüedades ni juegos de palabras. Debe dejar claro qué intenciones tiene y con qué condiciones.

Es por ello que, desde mi punto de vista, abogo por un Estado federal asimétrico que otorgue mayores competencias y libertades a Cataluña mientras esta, a su vez, se mantiene dentro de España en una relación bilateral, que contenga más Europa y menos tensión. Porque Europa camina hacia la unión. No hacia la disgregación. El futuro pasa por Estados que cedan competencias a Europa. Primero fue una moneda única, ahora un banco central regulador, las políticas cada vez están más marcadas y es claro que, en ese contexto, Europa no está por la partición de los Estados asociados. Porque la unión hace la fuerza, y vivimos tiempos en los que la necesidad de unión, de cohesión y de colaboración es máxima para dejar atrás la crisis y buscar un futuro mejor para todos.

Josep Félix Ballesteros. Alcalde de Tarragona

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