España debe manejar el reloj con destreza
Pocas horas después de la aprobación del programa de compra de deuda del Banco Central Europeo (BCE) para ayudar a España e Italia a mantener bajo control sus respectivas primas de riesgo han comenzado a surgir las primeras voces que reclaman al Gobierno español que tome una pronta decisión sobre el rescate. Desde CEOE se recordaba el viernes que el tiempo corre rápido y que España debe mover ficha lo antes posible, dada la difícil situación que vive nuestra economía. Por su parte, los mercados ya han descontado el sí de Madrid desde hace semanas, con un fuerte repunte de la Bolsa y una caída vertiginosa de la prima de riesgo a modo de bienvenida a una decisión -la de solicitar a Bruselas el rescate parcial- que consideran necesaria e inevitable.
Frente a la impaciencia de unos y la euforia de otros, el Gobierno mantiene cuidadosamente ocultas sus cartas. Así lo aconseja el rigor y la prudencia, recordaba el viernes la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, quien reiteraba que el Ejecutivo examinará al detalle las condiciones del rescate blando que ofrece el BCE y sus implicaciones para el presente y el futuro de España. No hay duda de que ello es cierto y de que una decisión política y económica del calado de un rescate -aunque sea parcial-, con las implicaciones que este tiene para la imagen exterior y la propia soberanía de España, debe adoptarse tras un profundo examen guiado por la prudencia. Pero la prudencia, en el marco de unos mercados financieros en tensión y dispuestos a cambiar de signo tan pronto detecten el menor atisbo de duda, exige manejar con extrema destreza los tiempos, así como evitar cualquier tentación -siempre presente en los periodos electorales como los que se abren en Galicia y el País Vasco- de hacer de ellos un uso partidista.
En medio de la tormenta que la aprobación del plan del BCE ha desatado en Alemania, donde los medios de comunicación han calificado el programa de "cheque en blanco" y donde uno de cada dos ciudadanos confiesa desconfiar del presidente del BCE, Mario Draghi, el respaldo de la canciller Angela Merkel a la actuación de la entidad es un balón de oxígeno que España debe aprovechar. Merkel, que el jueves celebró junto a Mariano Rajoy la cumbre hispano-alemana en Madrid, ha dado un giro fundamental en su discurso público en defensa de la unidad de Europa, frente a una crisis que golpea directamente a unos, pero afecta sin excepción a todos. Dada la fuerte reacción pública en Berlín contra la solución ofrecida por el BCE a los socios con mayores dificultades para financiarse en los mercados -desde las filas de la CDU alemana se habla de adoptar medidas legales para tratar de bloquear el programa de compra de deuda- el manejo de los tiempos por parte de España resulta extremadamente delicado y estratégicamente complejo. Pese a que la aprobación del programa de ayuda del BCE es un paso adelante para aplacar de modo contundente la crisis de deuda soberana que se ha instalado en Europa, a la economía española le resta un largo y duro camino por delante antes de atisbar un poco de luz.
Una tarea para la cual se necesita contar con todos los recursos disponibles, de forma que se pueda atender a la obligación de cumplir con el objetivo de déficit fiscal comprometido por Bruselas y sentar, al tiempo, las bases de un futuro crecimiento económico. En ese sentido, la relajación de la prima de riesgo de España no supone el final de los problemas la economía, pero sí el comienzo de una etapa en la que se podrán concentrar mayores recursos para combatirlos con más eficacia. En esa tarea, el tiempo es un factor decisivo, como también lo son las condiciones extraordinarias que puedan exigirse a España a cambio de la aceptación del rescate. Es entre ambas coordenadas entre las que tendrá que moverse la actuación del Gobierno de Rajoy de cara a adoptar y anunciar una decisión sobre el rescate que los mercados financieros aguardan en tensa espera. Se trata, sin duda, de una ocasión para mostrar responsabilidad, rigor y prudencia, pero también -y sobre todo- para hacer gala de una buena dosis de destreza política.