Cuestiones sobre el futuro de Italia
La crisis de deuda de la eurozona sigue una lógica implacable: una vez que un país es rescatado, los mercados van a por el siguiente. Si la lógica se mantiene, Italia debería seguir a España.
No tiene que ser el caso. Primero, el rescate español será de un nuevo tipo: estará sustentado por el nuevo programa de compra de bonos del Banco Central Europeo, diseñado para animar a los inversores a tomar más riesgos. Si tiene éxito, podría llevarles a comprar deuda italiana, una vez que los rendimientos españoles desciendan. Segundo, Italia no es un candidato obvio al rescate. Tiene el mayor superávit primario de la eurozona, y un sector privado relativamente poco endeudado.
Los mercados necesitan creer que Italia puede desarrollar la salida de su problema de deuda, que alcanzará el 123% del PIB este año. Con la economía afrontando altos costes de financiación y una recesión prolongada, será algo difícil. Société Générale espera que el PIB italiano caiga un 2,3% este año y que el desempleo alcance casi el 15% a finales de 2014. El gobierno Monti ya está preparando más reformas para impulsar el crecimiento y reequilibrar la austeridad como la venta de activos o más ajustes del gasto público.
Pero el futuro del país tras las elecciones del año que viene es una incógnita. La campaña electoral podría convertirse en un debate del futuro de Italia en el euro. Eso desencadenaría una huida de capital, sobre todo con la subida del humorista antieuro Beppe Grillo, cuyo partido ahora se sitúa tercero en intención de voto. Por ahora, las declaraciones de Berlusconi en favor del euro hacen que ese debate destructivo sea menos probable. El mayor riesgo es un estancamiento de las reformas, si el gobierno que sale de las elecciones es débil. El hecho de que no haya acuerdo sobre las reformas electorales no es una buena señal.
Hay algo de lógica en un rescate italiano. La compra de bonos del BCE podría hacer bajar los niveles de financiación de la economía, impulsando la confianza y haciendo la austeridad algo menos brutal. La gran derrotada sería la clase política italiana, que perdería su autonomía. Si no quiere que suceda, tendrá que comportarse.