_
_
_
_
_
El foco
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Los vínculos atlánticos

Pese a la importancia que hoy se presta a las alianzas de la cuenca del Pacífico, los lazos entre Europa y América son más profundos y más sólidos. El autor reflexiona sobre el valor geopolítico de esa relación.

Los tiempos recientes están siendo dominados por la insistencia en una acrecentada importancia de la cuenca del Pacífico. Se justifica en gran parte esta persistente moda aparente en la inserción de los intereses de China en América Latina y los vínculos asiáticos con la economía norteamericana, además de la europea. Los mitos de la globalización también contribuyen al refuerzo del mito transformacional. En materia de seguridad, el Pentágono está posicionando el grueso de la flota en los puertos del Pacífico, como si se esperara un nuevo Pearl Harbor.

Esta tónica, sin embargo contrasta con la historia de cinco siglos y los datos del presente que refuerzan la permanencia del ligamen atlántico, Atlantis o Atlántida real. Esa entidad es la localización de una combinación de relatos diversos, invenciones, y sueños no solamente desde la antigüedad registrada documentalmente, sino también por la mitología que ha dominado el legado cultural de Occidente durante siglos. El lugar y su origen, junto a los supuestos acontecimientos que en él tuvieron lugar, han sido objeto de una multitud de novelas, poemas, composiciones musicales, y toda clase de parafernalia artística. Desde un ángulo cultural, la Atlántida existió y sigue presente en la imaginación de numerosos pueblos.

Otra variante del uso de la palabra sirve igualmente para describir la global relación entre principalmente dos continentes, Europa y América, unidos por el océano que recibió su nombre como reconocimiento del mito. En este sentido, Atlantis sería la etiqueta atribuida a un triángulo compuesto del conglomerado formado por Estados Unidos y Canadá, América Latina y Europa. El espacio geográfico que comparten es el océano. Pero si solamente fuera ese sutil vínculo marino, poco sentido tendría la atención puesta hacia una entidad que se considera con consistencia para la meditación popular, la investigación académica y el análisis mediático. Atlantis posee unas anclas definidas que justifican su consideración como entidad no solamente geográfica, sino geopolítica.

Por de pronto, hay que considerar que de establecerse una plena zona de libre comercio entre los países del Nafta y la Unión Europea, el resultante bloque sería la región económicamente mayor del planeta, sin competencia de cualquier alianza establecida por los países del hemisferio occidental con partes con Asia. Solamente entre EE UU y la UE, el conjunto económico sería el mercado más grande y el más próspero, comprendiendo más del 54% del PBI en valor absoluto y el 40% en poder adquisitivo.

Hay que tener en cuenta que esta economía birregional genera casi $5 trillones en el total de ventas y emplea 15 millones de trabajadores directa y excluidamente al trasiego económico a través del océano. Su intercambio comercial representa el 30% del total mundial, con un monto que llegó a los $636 mil millones en 2011, un aumento del 14% con respecto al año anterior. El sector servicios abarca el 40% del trasvase mundial. Tanto en comercio como en servicios, cada una de las partes es el proveedor más importante e insustituible de la otra. Estados Unidos y Europa son mutuamente la principal fuente y destino de inversión extranjera directa, más del 60 % de la total inversión interior y más del 75 % de la exterior. Se da el caso emblemático que las inversiones de Estados Unidos en los Países Bajos durante la pasada década de 2000-2010 fueron nueve veces más que la inversión en China. Las inversiones de Estados Unidos en el Reino Unido fueron siete veces más, mientras que las hechas en Irlanda fueron el triple que en el gigante asiático. En términos europeos, en la misma década las compañías norteamericanas invirtieron en Europa el 60% de su actuación mundial. Recíprocamente, las inversiones europeas en Estados Unidos representaron casi el 75% del total. En cifras comparativas, las inversiones europeas de Estados Unidos cuadriplicaron las efectuadas en toda Asia. En el terreno de la ayuda exterior al desarrollo, su contribución dual llega al 80% de la mundial. Mientras la población conjunta de más de 800 millones (501 en Europa y 310 en Estados Unidos) solamente representa menos del 12% de la mundial, el porcentaje de PIB rebasa el 50%, casi a partes iguales (28% de la Unión Europa y 25% de Estados Unidos). Conjuntamente, Europa y Estados Unidos contribuyeron con más de $100 mil millones en la misma década.

Volviendo la mirada hacia el sur, aunque el vínculo comercial entre Europa y América Latina es, comparativamente, modesto, la dependencia latinoamericana de Europa y Estados Unidos no tiene par. El segundo inversor en América Latina es Europa. La Unión Europea y sus países miembros son el primer donante en suelo latinoamericano. Un país emblemático, España, debe su globalización a las operaciones de sus empresas en América Latina. Sin América, el español no sería la segunda lengua del mundo, con más estudiantes que otro idioma, con excepción del inglés.

Mientras se critican ciclos de aparente desdén de Estados Unidos hacia América Latina, como el actual, las aguas vuelven siempre a su cauce y se efectúa un redescubrimiento del socio (o la víctima) natural. Si Estados Unidos puede ser acusado frecuentemente de considerar a Europa como aliado garantizado y socio económico fiable, lo cierto es que cuando la problemática europea dispara las alarmas (como es el actual caso de la crisis de la eurozona), Washington reacciona y sabe distinguir donde están sus prioridades y sus intereses.

Por todo lo anterior, expandible a otras dimensiones, se comprueba fehacientemente la sólida existencia de ese triángulo que tiene su origen terminológico en el mito de Atlantis. Es más, se considera que este vínculo triangular sigue teniendo más valor que la vaga red tendida a ambas orillas del Pacífico, como resultado de diversos factores (estratégicos y económicos) que poco tienen que ver con la historia y los ligámenes humanos y sociales. Ni el ascenso de los BRIC (uno de ellos es Brasil) ni la detectable inserción comercial asiática en América Latina serán suficientes para borrar más de medio milenio de existencia común, compartiendo valores que difícilmente dejarán de pesar en la permanencia del triángulo atlántico. Si hay una macrorregión idónea para las "alianzas estratégicas", en la terminología de la UE, esta es la que comprende desde Alaska a Tierra de Fuego, desde San Petersburgo a Santiago de Chile, del Bósforo a California, de Panamá a Gibraltar.

Joaquín Roy. Catedrático 'Jean Monet' y director del centro de la Unión Europea de la Universidad de Miami

Archivado En

_
_