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Manifesta: el carbón como reliquia

La muestra tiene lugar hasta el 30 de septiembre en Genk, uno de los centros mineros más importantes en la historia de Bélgica. Y el impresionante escenario elegido y la documentación aportada sobre la vida laboral en las minas hace que la novena edición de Manifesta resulte tan atractiva para los aficionados a la arqueología industrial o la historia social como para los seguidores de Richard Long (foto), Robert Smithson o el resto de artistas seleccionados

Todas las obras giran, directa o indirectamente, en torno a un mineral que los comisarios de la exposición describen como "uno de los factores clave que determinó la transformación de la sociedad y del paisaje durante la Era Industrial, pero que rara vez fue considerado como una fuente de energía cultural". La bienal pretende saldar esa deuda y reconocer de paso a una actividad que, junto a la siderurgia, sirvió de base para la creación de la actual Unión Europea.

A diferencia de ediciones anteriores, la exposición se encuentra en un solo lugar: el centro de operaciones de uno de los principales yacimientos de Genk, un edificio de cuatro plantas (con más de 24.000 metros cuadrados en total) levantadas en 1924 con el estilo art-decó propio de la época. El edificio por sí solo ya compensa la visita.

Pero la muestra repasa también la ebullición que vivieron lugares como éste desde finales del siglo XIX (con las primeras normas para impedir que los niños menores de 12 años y las niñas menores de 14 siguieran bajando a la mina) hasta las manifestaciones de 1966 como protesta por los primeros cierres de explotaciones.

Para esa fecha, casi un tercio de los 66.000 habitantes de Genk eran extranjeros, procedentes de más de 32 países, lo que da idea de la revolución demográfica y social que supuso en ciertas partes de Europa la extracción del carbón.

Un hormiguero humano que aportó la energía imprescindible para transformar todo un continente. Y cuyo frenesí se percibe de manera escalofriante en la obra del ecuatoriano Kuai Shen (Guayaquil, 1978), que enfrenta al espectador con unos insectos condenados a reproducir un incesante afán aparentemente absurdo. Observarlo en vivo y en directo produce desasosiego. Sobre todo, si al visitante de la Manifesta le da por establecer paralelismos entre esa colonia de invertebrados y la que formamos los humanos.

Foto: Richard Long, Bolivian Coal Line, 1992 (B. dM., 13 junio 2012).

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