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El foco
Tribuna
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Lecciones de una mina

La gestión del presidente chileno del accidente de la mina de San José es para el autor una lección de cómo gestionar una crisis. Si se cae el mundo encima, los ciudadanos deben saber que hay salida para todos.

Aunque el título bien pudiera hacer pensar que así sería, no me voy a referir a las denominadas marchas negras con destino Madrid y el debate sobre si lo que subyace realmente es un cierre patronal del señor Alonso.

Me voy a referir a otra crisis ocurrida en la mina San José, en Atacama (Chile), en agosto de 2010. ¿Lo recuerdan? 33 mineros enterrados y sin señales de supervivencia durante 15 días. Fueron localizados y 69 días después eran rescatados todos, con vida, y además surgió un sentimiento de orgullo de nación comparable a lo que hemos vivido recientemente con la victoria de La Roja.

Esa situación fue una buena demostración por parte del presidente de ese país de cómo un gobernante debe gestionar una crisis. Vaya por delante que creo irrelevante qué tendencia política tiene el presidente de Chile, señor Piñera, ni he seguido luego la evolución de su mandato. Me quiero ceñir a esos hechos.

Ocurrió una tragedia imprevista (léase también como inevitable). A 33 chilenos se les cayó, literalmente, el mundo encima, quedando enterrados y con su confianza en sí mismos y en sus compañeros como toda posibilidad de superar con (algo de) éxito la situación.

El responsable último de solucionar aquello, el presidente del país, no cejó hasta encontrarles, en el estado de vida o muerte que fuera, pero no dejó a sus paisanos de lado. No sé si era su convicción -seguro que sí-, pero era su obligación: no parar de buscar. Y los encontró. La suerte, que siempre es impuntual, llega tarde pero llega. Siempre acude. Solo hay que seguir allí, persistir, cuando esta finalmente aparece.

Una vez cumplió su obligación y la suerte hubo regalado a todos los involucrados encontrar a los mineros y que todos estuvieran vivos, el presidente dio la gran lección.

Lo primero que hizo con los 33 fue darles calma: les explicó claramente la totalidad de la situación. La situación no era buena, pero había solución. Y de ese pozo iban a salir todos. Tendrían el sustento necesario, el necesario -insisto-, para poder vivir mientras se les sacaba de ahí. Le quedó claro a todos, a los que estaban en el pozo y a los que esperaban fuera, que la situación se iba a solucionar.

Lo segundo que hizo fue establecer prioridades: primero se sacaba a los 33 y luego se buscaría a los responsables.

Lo tercero fue estudiar con sentido de urgencia todas las opciones que había. Mientras, los 33 seguían bajo tierra, sin mejoras relevantes, cierto, pero sintiéndose protagonistas y sabiéndose prioritarios frente a cualquier otra cosa. El presidente se lo sabía comunicar. Los mineros, sabedores de que tendrían que seguir en esa situación por un tiempo, tenían la convicción de que era posible la salida de todos del pozo. El horizonte adelante ayudaba.

Una vez hubo un plan de acción, que incluyó tres planes alternativos y la petición de ayuda del exterior, que resultó materializarse en una cápsula de ingeniería sudafricana, pintada con los colores de la bandera chilena y el nombre del propio país, y sabiendo que el tiempo juega malas pasadas, había que establecer una cuenta atrás para mantener la expectativa positiva que tan bien estaba funcionando. Para entonces, el presidente Piñera había dado muestras de controlar la situación y lo que dijera no iba a ser cuestionado. Magistralmente, y sabiendo que las tareas de rescate durarían 10 semanas, avisó que se tardarían aproximadamente 12 semanas -tres meses- en sacar a los enterrados en vida sanos y salvos. Todos salvados en un tiempo no corto pero asumible.

En ese momento, ya todo el país, y los países amigos, conspiraban en favor de un éxito del rescate. Una lección de Chile al mundo, y de Sebastián Piñera sobre cómo manejar una crisis. 69 días después de ser encontrados vivos, los 33 eran héroes vivos sobre la superficie chilena, Chile era un país inexpugnable y ser chileno cotizaba al alza en el mercado del orgullo.

¿Se imaginan qué hubiera pasado entre esos 33 mineros si no hubieran sabido que iban a salir todos vivos, o si ignoraran qué se estaba haciendo e incluso cuánto tiempo tendrían que estar soportando esa prisión natural? Lo que hubiera pasado dentro de la mina derrumbada hubiera sido trasladable a la superficie del país.

Nosotros estamos en crisis. Se nos ha caído el mundo encima y no nos vendría nada mal:

l Saber que vamos a salir todos, no unos cuantos que sean de una condición social o política, ni solo los que griten o bloqueen las calles, ni los que tengan dinero negro o dinero fuera. Tenemos que salir todos.

l Asegurar lo estrictamente imprescindible para poder subsistir mientras estamos en este derrumbe.

l Saber qué alternativas hay. Si no hacemos esto que estamos haciendo, qué opciones hay y qué supone realmente cada opción.

l Saber cuánto tiempo vamos a estar en esta situación. Las situaciones de pena tienen que tener un fin.

En definitiva, no siendo una opción estar o no estar en crisis -estamos en crisis como consecuencia de lo que se ha venido haciendo durante años- nos queda tener una eficiente gestión, firme y sensata, donde nuestros gobernantes (incluyo a Gobierno, oposición y demás partidos políticos, empresarios y sindicatos) no tengan miedo a contar las cosas como son, hagan un diagnóstico certero y completo de la situación de una vez y nos digan durante cuánto tiempo estaremos así.

Con esto, todos y cada uno de nosotros estamos obligados a arrimar el hombro y dar lo mejor de nosotros para salir de esta mina de San José de Atacama en la que nos encontramos. Si los gobernantes hacen su trabajo de verdad y dejan de echarse culpas hacia afuera y de protegerse hacia adentro, asegurando a la población que paga todos sus impuestos lo estrictamente imprescindible, estamos en la obligación indeclinable de serenarnos, protestar menos -y no será porque yo no tenga ganas de protestar- y poner lo mejor de cada uno para salir de nuevo a la superficie. No nos podemos distraer más. Y tenemos posibilidades reales de salir.

Sergio Redondo Serrano. Secretario General de Coca-Cola Iberia

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