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Lecciones contra la crisis de Del Bosque y La Roja

En el país que más explota el pesimismo cuando las cosas se tuercen, los líderes políticos, económicos y sociales deben tomar nota de las lecciones que imparten gratis los líderes deportivos, y en especial del manual de Vicente Del Bosque y de La Roja. Si gestionamos así la crisis, la superamos antes. Unidad, confianza en uno mismo, excelencia, generosidad, respeto por los demás, innovación y un punto de nacionalismo.

Pero cuando se han juntado unos cuantos valores alrededor de unos cuantos futbolistas generosos y de calidad única, se ha dado el salto que ha permitido superar el pesimismo (los cuartos) y abrazar el triunfo como algo natural, que solo depende de hacer las cosas bien. Si logramos incorporar al ideario político, social y económico, y al de sus gestores, los valores que atesora La Roja y su jefe espiritual, Del Bosque, la crisis será coser y cantar, y aunque tarde en superarse en términos reales, lograremos adelantar la sensación de que la salida está muy cerca. Veamos.

Unidad y sacrificio. Jugadores que militan en equipos con alto grado de agresividad en la competición doméstica, como es el caso de las plantillas del Madrid y del BarÇa, hacen abstracción de su rivalidad y diferencias cuando llegan a la selección y trabajan con el único fin de ganar. Si alguien intenta romper ese equilibrio, como ha habido casos, ellos buscan las fórmulas para recomponer una relación que ha dado los mayores frutos futbolísticos de la historia de España. Eso es lo que han recompuestos Xavi Hernández y Casillas varias veces tras los choques de trenes en la liga española. No es por casualidad que Xavi y Casillas son los dos jugadores más laureados del futbol español.

En España en la política y la economía no se practica presisamente la unidad, y muy poco el sacrificio. Más bien lo contrario. Está bien confrontar ideas sobre el diagnóstico de la realidad y las propuestas para corregirlas; está en la esencia de las ideologías y en los intereses de cada cual; pero una vez superadas las elecciones, los partidos grandes que alternan el poder deben ayudarse y ponerse de acuerdo para sacar al país de la crisis lo antes posible. Asi lo hicieron en Portugal, donde tanto Gobierno como oposición firmaron el memorando para el rescate del país, y parece que comienza a dar frutos. La situación en España no es tan grave, pero es delicada y desde luego que amerita un consenso parecido sobre todo sobre las cuestiones capitales.

En economía ocurre tres cuartos de los mismo: los sindicatos y los empresarios han pasado años completos sin hablar de solucioones, culpándose sistemáticamente de la situación, mientras la economía destruía empleo a espuertas. Es especialmente grave este desencuentro, porque es conocido que cuando han habido acuerdos la economía ha logrado mejorar antes y repartir mejor los sacrificios, que en este caso son muy elevados.

Confianza en si mismos. Pese a las críticas recibidas por la forma de jugar, a la falta de remate, el jefe espiritual del grupo, Vicente Del Bosque, ha mantenido en la selección la forma de juego que nos ha dado los éxitos precedentes. Han confiado por encima de todo en su forma de hacer las cosas, y los frutos han aperecido. Pero ha intercalado con esa fe en el proyecto pequeños retoques en cada ocasión, seguramente con renuncias ligeras a su idea inicial, con unos resultados extraordinarios.

Esa es la característica que más se echa en falta en la gestión de la política y la economía: la confianza en que lo que se hace dará sus resultados porque el pasado lo ha demostrado. Existe una resistencia natural para aceptar cambios por pequeños que sean si atenta contra el ideario inicial, cuando cuesta muy poco probar y tener paciencia. Pero la paciencia del administrado se gana explicando bien las cosas y repartiendo los sacrificios con equidad, algo que no es fácil, pero desde luego no se logra si no se intenta.

Excelencia y humildad. Decía Jorge Valdano que para el buen fútbol no hay como los buenos futbolistas. Y España lo ha demostrado: ha puesto sobre el verde a los mejores, los mejores para esa forma de jugar que nos ha hecho triunfadores en el pasado. Unos juegan y el resto anima y se siente partícipe del juego aunque no esté en el rectángulo. Y esa selección no se produce en la política y la economía con los mismos criterios. Hay ejemplos de gente que no estaba capacitada para gestionar determinadas cosas a montones, en el pasado y en el presente, y los que por turno no están en las decisiones, creen que ellos lo harían mucho mejor. Y hay una resistencia innata a resistir en los cargos aunque tus políticas estén fracasadas y no hagan ninguna aportación de valor, y las hay tanto en la política como en el sindicalismo (laboral y patronal), en lo que supone un obstáculo determinante para el progreso en las decisiones y en la transformación social.

Respeto. Es la norma de la política la agresión verbal continua, al menos en los formatos partidistas, aunque se respeten las formas en los espacios parlamentarios. Pero emociona ver como un equipo que juega de vicio al fútbol gana sin un mal gesto, sin biscottos, sin trampas para el contrario, con respeto al derrotado. Emociona ver cómo los jugadores españoles animan a los italianos tras el meneo de futbol en los 90 minutos. Respeto a las reglas y al contrario. Es cierto que se trata solo de fútbol, pero su proyección en la vida social, sobre todo en los jóvenes, tiene una trascendencia enorme.

Nacionalismo. Se ha convertido en una costumbre ver a los jóvenes españoles, desinhibidos de la rivalidad política cainita de España, embozados en las banderas españolas en todas las competiciones deportivas, sean fútbol, tenis, baloncesto o automovilismo. Es la mejor noticia de los éxitos de la Selección Española de Fútbol, que ha hecho más por defender, exhibir y dar valor a la bandera de España que todos los políticos de los dos últimos siglos juntos. Es un pequeño punto de nacionalismo y de unidad que viene muy bien dentro y fuera de España.

Personalmente puedo contar que se me puso la piel de gallina cuando en Gdansk oía en el estadio a los italianos cantar su himno como posesos, cuando se trata de un país mucho más hecho a trozos que España, y mucho más joven que España, con muchas más diferencias geográficas que España, que es el estado-nación más antiguo de Europa. Aunque sea para algo tan crematístico como las celebraciones deportivas, bien está que la bandera sea de todos, y que a la periferia se le olvide que es periferia, para admitir que también hay otros vínculos de unidad, aún dentro de la diversidad.

Gracias a Vicente Del Bosque y a esos locos bajitos.

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