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Destinos

Volar a cielo abierto

El parapente permite hacer realidad un sueño ancestral en diferentes países.

Es uno de los sueños acariciados desde siempre por el hombre: volar. Leonardo da Vinci ya realizó, allá por el siglo XV, múltiples estudios e inventos de máquinas con la finalidad de alcanzar ese propósito. Más recientemente, el ingenio humano ha conseguido diseñar artilugios varios que hoy permiten, a aquellos que se atreven, entregarse a la voluntad del viento, a cielo abierto. Uno de ellos es el parapente. Su historia es corta. Surgió a finales de los años setenta en los Alpes franceses, donde se empezaron a utilizar paracaídas modificados para realizar las primeras bajadas por la pendiente de una ladera. Acababa de nacer el parapente.

Así, los primeros parapentistas fueron en su mayoría escaladores que buscaban una manera fácil de descender de las cumbres una vez coronadas. Poco a poco, esta práctica se fue incorporando a los deportes de montaña y empezó a despertar un gran entusiasmo. "Claro que esos primeros aparatos servían solo para descender de una montaña, eran muy básicos", señala Nicolás González del Moral, director e instructor de la escuela Madridalcielo.com, una de las primeras que se abrieron en España. "En aquellos años se produjo un boom en todo el mundo. Mucha gente quería volar y el parapente era la manera más fácil y barata de todas las conocidas hasta entonces para realizar ese sueño".

Así es como empezó a evolucionar y a darse a conocer. Y es que el parapente aportaba muchas ventajas: la posibilidad de volar con un aparato que cabe en una mochila, ya que pesa unos 15 kilos; la facilidad de transportarlo; su aprendizaje sencillo, y, además, la posibilidad de visitar multitud de lugares espectaculares en todo el mundo que pueden ser utilizados para despegue y aterrizaje y, por supuesto, disfrutar de una insólita aventura. Estos factores contribuyeron a la proliferación de escuelas y de aficionados. En España se vuela desde hace 25 años.

Su evolución hacia verdaderos planeadores capaces de engancharse a las corrientes térmicas ascendentes, subir y mantenerse en el aire durante horas convirtió al parapente en un deporte en sí mismo, recreacional y competitivo, que hoy practican miles de personas en todo el mundo y que incluso cuenta con circuitos de competición de alto nivel para sus dos disciplinas, el vuelo de distancia y la acrobacia.

La investigación realizada en nuevos tejidos y perfiles ha conseguido unas prestaciones inimaginables. Lo que no hace muchos años era imposible de predecir, como por ejemplo, volar ininterrumpidamente durante varias horas, hoy ya es una realidad. En 2008, un sudafricano batió el récord del mundo, 502 kilómetros en línea, en un vuelo de casi ocho horas de duración sobre su país y que aterrizó en el vecino Lesoto. La mayor distancia recorrida en España está en 280 kilómetros y fue realizada en 2003 por un francés desde Piedrahita (Ávila), zona conocida como una de las mejores del mundo para vuelos de distancia. Cada año en España se llevan a cabo decenas de vuelos de más de 100 kilómetros, superando en algunos casos los 200 kilómetros.

El parapente atrae a hombres y mujeres de las más diversas procedencias y edades, deslumbrados por la posibilidad de volar en pleno contacto con la naturaleza y contemplar la belleza del paisaje desde el aire. Hay pilotos que han comenzado a volar a edades tan tempranas como 12 años, con un instructor, naturalmente, y otros que con más de 70 años siguen haciendo vuelo libre.

No es una actividad elitista. Sin embargo, su práctica es minoritaria: no todos estamos dispuestos a hacer realidad esa atracción ancestral por volar. Este es un deporte de los denominados de riesgo. "Y, aunque cualquiera puede practicarlo, lo cierto es que requiere un buen aprendizaje", resalta Nicolás González del Moral. "Estás en el aire, por tanto, dependiendo de cómo sean las condiciones meteorológicas y aerológicas, se podrá volar o no. Y eso hay que conocerlo muy bien, por eso es fundamental tener experiencia". Y aconseja desconfiar de los "amigos" que le quieren enseñar porque, "aunque tengan muy buena voluntad, los resultados pueden ser muy negativos".

Es un aparato que no necesita motor y es flexible, no tiene partes rígidas en sus alas, por lo que puede ser transportado con facilidad en el maletero de un coche o facturarlo en un avión, si decidimos trasladarnos a otros países. Este es uno de sus principales atractivos. Varias agencias especializadas organizan viajes para disfrutar de esta tentadora aventura, tanto a distintas partes de España como a cualquier país del mundo. En general, son grupos reducidos de máximo 15 personas, integrados por pilotos experimentados.

Es posible volar en cualquier país del mundo. En Europa, los lugares más emblemáticos están en los Alpes franceses, suizos e italianos, donde se puede disfrutar de paisajes de una belleza extraordinaria.

Apto para todos los públicos

Cualquiera puede volar. "Es una actividad apta para todos los públicos", asegura Nicolás González del Moral. "Nosotros hacemos vuelos en un biplaza con niños desde tres o cuatro años hasta personas de 78 años en vuelo libre. Siempre que tengas posibilidad de correr, puedes volar. Esto significa que no son necesarias unas condiciones físicas especiales y menos en un biplaza".Hay quien piensa que hacer parapente consiste en tirarse por un acantilado. "Nada más lejos de la realidad. El parapente se levanta en una campa de hierba; en el biplaza, piloto y pasajero van atados, y después de dar no más de dos o tres pasos, te encuentras en el aire", asegura.Por su parte, Martín Peralta, instructor de la Escuela Oficial de Parapente de Madrid, que lleva más de 17 años enseñando a volar, asegura que es un deporte totalmente seguro, "mucho más de lo que la gente se imagina. Pero hay que practicarlo de forma segura y para ello hay que aprender primero. Los accidentes se producen cuando la gente se lanza sin saber lo que tiene entre manos, con los consejos de un amigo". Una vez que aprende y practica, el alumno estará listo para volar en cualquier país del mundo. La mejor época para lanzarse a esta aventura es el verano porque la climatología es más estable y se dan las mejores condiciones para el vuelo libre. La primavera puede brindar días excepcionales, pero es más caprichosa con el tiempo, y el otoño puede proporcionar vuelos placenteros y tranquilos, pero la temperatura es más baja y los días son más cortos.

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