El recorte de gasto y la subida de impuestos es inevitable
El Gobierno tiene cada vez menos margen fiscal y está obligado a retocar los ingresos y los pagos si quiere lograr el objetivo de déficit, del que no se le permitirán desviaciones tras el rescate bancario. Rajoy hizo del control del gasto y del déficit el epicentro de su programa para recuperar capacidad de financiación para el Estado y la economía, y solo puede mantenerlo si hace un nuevo recorte de gasto estructural y subida de impuestos estructural.
Pero las variables que alertan con más evidencia de la necesidad de una actuación decidida sobre las cuentas públicas son los ingresos, casi todas las partidas de ingtresos, y los gastos, casi todas las partidas de gasto. Entre los ingresos no despaga ningún impuesto, lastrados casi todos por la paralización de la actividad económica, pero con un recorte muy abultado en los ingresos por IVA, y un comportamiento plano en el IRPF pese a una fuerte subida del impuesto en enero.
Entre los gastos avanzan todos, con mucha fuerza las obligaciones financieras por la elevación súbita de la deuda pública, una tendencia que se mantendrá en los próximos meses por el rescate a las cajas de ahorros y los programas de pago a los proveedores. Se eleva también la factura del desempleo e incluso la de personal, que pese a la congelación registra los deslizamientos en las remuneraciones agregadas de los funcionarios y las clases pasivas.
Rajoy ha socavado varias de sus promesas electorales para hacer frente a las circunstancias disolventes en las que encontró la economía del país. Pero si no quiere socavar su credibilidad de forma definitiva tiene que cumplir a rajatabla sus compromisos fiscales, aunque para ello tenga que pasar por encima de algunas de sus propuestas electorales. No es la hora de conservar el prestigio político con gestos de buen rollo; es hora de recomponer el esqueleto de la economía del país y no deben quemar las decisiones. Cumplir el déficit es obligado, porque tras el rescate bancario España no puede permitirse el lujo de incumplir el déficit una vez más y dejarse arrinconar por los mercados hasta tener que solicitar un rescate para el Estado.
Por ello, y para cumplir el 5,3% de déficit este año, que podría ser superior si definitivamente en julio el Eurogrupo aprueba una relajación del calendario de consolidación para España, Rajoy debe actuar en las dos partes de la cuenta de resultados del Estado: los ingresos y los gastos. Debe subir el IVA ya si quiere recuperar el tono de los ingresos, aunque se trata de un impuesto incierto por la afición hispana al fraude. Tiene justificación que quiera eludir una subida del IVA por la propensión a la elusión fiscal, que tiene un reflejo directo en que España es el país que menos proporción de ingresos sobre PIB genera con el IVA, aunque en esta circunstancia también influya que los tipos son más generosos con los contribuyentes que en el resto de Europa.
Y en materia de gastos debe morder las partidas estructurales, aquellas que no dependan del ciclo, y debe hacerlo también de forma estructural, sin compromisos de recuperación cuando pase la tormenta. La tormenta va a durar y no debe comprometerse a que un recorte en la remuneracoión de los funcionarios sea recuperado después.
Los funcionarios siguen siendo el colectivo menos dañado en la crisis, con incremento de plantillas mientras descendía dramáticamente entre quienes pagan su sueldo (el sector privado); deben dar por bueno un recorte de sus remuneraciones, puesto que la alternativa puede ser que esos hombres de negros pálidos que vienen del norte pueden decretar despidos masivos de funcionarios, como han hecho en Grecia, en Irlanda o en Portugal. El Gobierno debe admitir que tiene que reducir el número de funcionarios y de personal laboral de las Administracoiones Públicas, porque no es sostenible; se puede reducir la plantilla del servicio público sin reducir la calidad de los servicios, digan los sindicatos funcionariales lo que digan. so si: hay que trabajar más.
No hay mucho margen para recortar la inversión; pero deben explorarse cuanto antes los mecanismos de copagos en los serviicos públicos donde no se han aplicado, y desgraciadamente puede llegar el momento de considerar si se puede permitir el lujo España de mantener un sistema de desempleo tan costoso como la educación, incluso aunque medie una crisis de empleo como la actual.