El (¿segundo?) semestre más amargo para Rajoy
En apenas seis meses, buena parte de las expectativas generadas por el Gobierno de Mariano Rajoy han sido defraudadas. La prima de riesgo ha subido en 200 puntos básicos; la crisis de Bankia ha llevado al Gobierno a solicitar un rescate bancario, y el anatema definitivo, el rescate al conjunto del país, empieza a ganar peso en los mentideros económicos.
Han pasado casi ocho años desde que se tomó la foto de José María Aznar y Mariano Rajoy asomados a la ventana de la sede del PP en la calle Génova, levantando las manos unidas en lo que parecía el negativo de la que protagonizaron Felipe González y Alfonso Guerra en el balcón del hotel Palace 22 años antes. Aznar, el designador, demacrado, y Rajoy, el designado, estupefacto, simbolizaban la sorprendente derrota electoral, derivada de la gestión de los atentados del 11-M y el recuerdo de la guerra de Irak.
La lectura política más generalizada decidió entonces que el triunfo electoral de José Luis Rodríguez Zapatero tuvo carácter accidental. Rajoy gozó por ello de una revancha cuatro años después, pero su segunda derrota ya sí se le atribuyó personalmente. Comenzó en marzo de 2008 un viacrucis para el resistente político gallego, que pasó a enfrentarse a las cargas de la brigada mediática de la derecha y a las rebeliones dentro de su propio partido.
De pronto, la decisión que Aznar apuntó en su día en el cuaderno azul dejó de pertenecer a las sagradas escrituras y se cuestionó abiertamente la capacidad de Rajoy para liderar el centro derecha y llegar algún día a la Moncloa. Hicieron fama entonces términos como maricomplejines, que aludían a una supuesta falta de garra que sí encontraba la derecha mediática en la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
Aquellos meses debieron de ser especialmente duros para Rajoy, que se había preparado para tocar el techo político en Moncloa y en cambio se veía abandonado por propios y extraños. Pero el líder gallego hizo gala entonces de su principal característica política: la tenacidad. Poco a poco, comenzó a recabar los apoyos autonómicos indispensables y se enfrentó al congreso del PP celebrado en Valencia, del que ahora se cumplen cuatro años, para lograr aglutinar allí al grueso del partido. La opción Aguirre terminó por desinflarse, y la política de esperar tiempos mejores terminó por dar su fruto, la presidencia del Gobierno, si bien siete años largos después de lo previsto.
A la Moncloa, a la tercera
El vendaval económico desatado en 2007 y agudizado con la crisis europea a partir de 2010 sirvió para borrar todo el capital político de Zapatero. En noviembre pasado, el equipo de Rajoy se mostró durante la campaña electoral convencido de que los mercados sabrían apreciar el carácter decidido de su futuro Ejecutivo. "Un Gobierno como Dios manda, formado por gente normal", como le gustaba decir en aquella época, bastaría para restaurar la confianza perdida durante la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero.
En Génova se preparaban para un desembarco similar al del verano de 1996, cuando los socialistas también dejaron el poder en medio de una fuerte crisis económica. Pero las situaciones no eran comparables: a mediados de los 90 la economía europea había retomado ya el rumbo ascendente (incluso la española acumulaba trimestres con crecimientos de actividad y reducciones de paro).
Esta vez, la concepción de los ajustes como si fueran las Tablas de la Ley ha llevado al conjunto de Europa a una segunda recesión, y la crisis, lejos de remitir, se agudiza en España: el PIB caerá más de un 1% este año y probablemente siga en negativo en 2013, cuando la tasa de paro rondará, según la mayoría de los analistas, el 26% de la población activa. Mientras, el ajuste apenas sirve para recortar el déficit público, y el rescate bancario lanzará pronto la deuda hasta los umbrales del 100% del PIB. La rentabilidad del bono a diez años, que ha llegado a superar el 7%, sirve para comprender que la mera presencia de Bibiana Aído en el Gobierno no explicaba las desgracias económicas de España.
El segundo semestre negro de Rajoy concluye ahora. La experiencia del primero dice que el líder popular es capaz de superar circunstancias difíciles; el problema actual es que ni su Gobierno ni el conjunto del país podrán esperar cuatro años a que escampe. Los mercados, cuya confianza debía apuntalar la recuperación, apremian.