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El mercado vota Syriza

Por muy escéptico que fuese uno respecto a esa dicotomía de El Bien contra El Mal con la que eurócratas y analistas habían vendido las elecciones griegas. Por mucho que el historial de Samaras nos muestre la peor cara de la política griega. Por mucho que todos fuésemos conscientes de que el problema fundamental de Grecia, y del euro, no era el Gobierno de Atenas. Pese a todo ello, no creo que nadie fuese capaz de predecir la rápida reacción bajista del mercado tras las elecciones griegas.

Cabría esperar que los bajistas esperarían a verificar que el BCE está ausente, que Europa no cambiará las recetas fallidas aplicadas sobre Grecia y que las castas políticas helenas seguirán haciendo de las suyas. Ni siquiera eso. Como sucedió con el rescate a España, la degradación de la crisis hace que las medidas que podrían servir para ganar tiempo no sirvan ni siquiera para eso. El mercado ha aprendido de dos años de desastres, y ha acortado de forma exponencial los tiempos de respuesta.

Al final, y salvo que esta semana Angela Merkel o Mario Draghi abandonen esos dogmas tan férreos como equivocados que están a punto de arrasar con 50 años de construcción europea, el mercado le dará la razón a Tsapiras, y por la vía rápida. Es tan evidente que la solución ortodoxa a la crisis no ha servido para nada que se han dado cuenta quienes, precisamente, eran los máximos beneficiarios de esta solución, es decir, los inversores.

La confianza de los mercados ha sido el objetivo de los sucesivos planes de ajuste y reformas estructurales aplicados en Europa durante los últimos dos años. La deidad ante la que realizar los sacrificos rituales. Que el resultado de éstos ha sido desastroso en términos económicos y sociales es un hecho que ni los partidarios más acérrimos de la austeridad se atreven a debatir. Es por ello que la prima de riesgo siempre ha acelerado su escalada según se aplicaron estas recetas. La diferencia es que, en esta primavera verano de 2012, el mercado niega la mayor.

No es que falle la aplicación de dichas recetas o flaquee el compromiso político. Lo que falla es el timón del barco. La Bolsa griega sube con mucha fuerza, sí, porque se ha salvado la primera bola de partido y sus bancos no colapsarán esta semana. Pero la presión sobre España y sobre Italia indica un giro dramático en la opinión entre los inversores

El mercado ha dejado de creer. No piensa que los planes de ajuste, dictados desde el extranjero y puestos en práctica por políticos que hace año y medio votaban en contra, vayan a sanear las finanzas griegas. Ni que la devaluación interna que trazan entre el Bundesbank y la cancillería vaya a salvar los desequilibrios del euro. Esta mañana, el mercado ha votado Syriza.

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