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"No lo arreglaremos nunca, pero nunca lo estropearemos del todo"

Es el sino de la Europa del consenso. Una construcción imperfecta que exige retoques continuos para poder avanzar, y que sólo corrige su entramado institucional cuando la acosan. Eso mismo ocurre ahora: habrá unión bancaria, Tesoro único, superpoderes para el BCE, pacto fiscal y más cesión de soberanía política. Pero todo a su tiempo, aunque ahora el acoso a una moneda no del todo armada, exige celeridad. "No lo arreglaremos nunca, pero nunca lo estropearemos del todo", asegura un alto cargo que conoce bien el funcionamiento de Europa.

Los políticos europeos tardan en tomar decisiones porque las reuniones en las que las determinan tienen que escuchar pacientemente la opinión de 27 señores o de 16 si se trata del euro, con unos más involucrados en el avance y otros, desgraciadamente, en lo contrario si se trata de la moneda única. Y la manera diferente de interpretar la historia, así como los costes de unas u otras decisiones, provoca retrasos a veces deseperantes. Pero siempre que alguien está en el borde mismo del abismo, los políticos se ponen de acuerdo y le salvan. Si ahora está el mismo euro, también le salvarán, porque hay que recordar que el coste de destruir lo que ya se ha conseguido es muy superior al de terminar la construcción del proyecto.

"No lo arreglaremos nunca, pero nunca lo estropearemos del todo". Ese es el credo de funcionamiento, según resume un alto funcionarios comunitario que conoce bien cómo funciona la polítioca en el viejo continente. Tras rescates hasta ahora poco exitosos de estados completos, como Irlanda, Portugal y Grecia, aunque con diferente grado de fracaso, se ha ensayado en España el rescate bancario, que puede convertirse en el germen de la unión bancaria europea: una autoridad bancaria única que supervise el sistema financiero y disponga de mecanismos y fondos para rescatar bancos si es preciso, sin mediación del Gobierno y el Estado del país afactado, y que disponga igualmente de fórmulas de liquidación y de mecanismos de garantía de los depósitos de los ahorradores.

El comisario Barnier ha presentado las líneas generales de lo que se precisa, con la pomposidad propia de los proyectos europeos, hablando incluso de la posibilidad de convertir a los bonistas en accionistas en casos de crisis, y haciéndoles pagar incluso a los acreedores parte del quebranto en caso de quiebra bancaria. Llegará, pero tardará. Tardará, pero llegará.

Los mercados no esperan y la presión es cada vez más fuerte porque siguen existiendo dudas sobre la sostenibilidad de la deuda del sur de Europa, así como de la viabilidad de los rescates tal como están diseñados, sean senior o junior los títulos que emitan los fondos europeos para financiar países o bancos. Habrá, pues, que resolver la financiación europea con algún mecanismo común, se llame tesoro europeo o como se llame, que emitirá eurobonos o como se llamen. Pero antes habrá que alinear las cuentas públicas de todos los socios, como propone Alemania, con un pacto fiscal estricto que será la mejor garantía de financiación ulterior.

Y mientras tanto, también a golpes bajos del mercado financiero que duda de la persistencia del euro, el BCE tendrá que tener más poderes para combatir esos golpes, aunque se limite a medidas monetarias. A lo mejor incluso tiene que terminar admitiendo que un poco de inflación es saludable, puesto que pasa una parte de la factura de la deuda a esa variable considerada destructiva para el dinero. Históricamente fue así: permitir que la inflación reactive un poco el creciumiento, fortalezca el avance nominal de la producción y alivie el peso de la deuda sobre la riqueza de los países.

Un poco de heterodoxia no viena mal cuando la ortodoxia no acaba de funcionar. Llegará, pese a la resistencia alemana a la generación de inflación, ese fenómeno que dinamitó la riqueza de los alemanes hace noventa años y que derivó en una espiral de agresividad política, de nacismo y de confrontación bélica a nivel mundial.

¿Grecia?. El domingo veremos.

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