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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El euro necesita más escudos de protección

Esta segunda vuelta de las elecciones griegas a celebrar el domingo, 17 de junio -que es una atípica repetición de la primera ante la ingobernabilidad declarada tras los comicios de mayo-, se ha convertido en una especie de mina antieuro a la que todos temen, pero que nadie sabe a ciencia cierta cómo desactivar. La Unión Europea, y con ella todos los países que forman parte del euro, tienen preparados planes de contingencia para afrontar el temido escenario de que Grecia salga de la Unión Monetaria, porque es una temeridad no tenerlos, vista la evolución de los acontecimientos políticos y económicos, aunque seguramente es más prudente ocultarlo que publicitarlo, por muy antinatural que parezca que esto pueda escribirse en un periódico.

La simple insinuación de tales preparativos, utilizados también para presionar al electorado heleno, ha puesto en guardia a los mercados financieros, que han cuestionado en paralelo el éxito del plan de rescate de la banca española con problemas. Con el argumento de la incertidumbre griega sobre la mesa, o con el hecho también incierto de que la subordinación de la deuda emitida por el Tesoro a la aportada por el fondo de rescate puede generar desconfianza adicional en su repago, los financiadores han puesto en cuarentena la solución buscada para España. Lo que parecía que podía convertirse en el germen de una nueva figura financiera, cual es la integración bancaria, parece no ser suficiente como muro de contención a los ataques, y parece demandarse el diseño y ejecución definitivo del euro como proyecto político, económico y financiero. Sin él no parece viable la moneda única por mucho tiempo, e incluso desde instituciones poderosas como el Fondo Monetario se da un periodo de gracia de tres meses para solventarlo.

Las grandes zonas económicas y monetarias no siempre han caminado exentas de asimetrías; pero compartir moneda, instituciones fiscales y regulatorias, así como centros de decisión política, posibilitaba el equilibrio, igualaba la velocidad de crucero de cada región. Estados Unidos es un ejemplo de ello, aunque tiene elementos nada despreciables que suman, y que no es posible incorporar a Europa, tales como la lengua común, que es un activo a la hora de movilizar masas de población de unos lugares a otros. Europa siempre tendrá dificultades en ese aspecto, porque el nacionalismo está muy arraigado y la posibilidad de la movilidad demográfica es muy limitada. Pero debe compensarlas creando mecanismos reforzados que garanticen la unidad política, económica, fiscal y financiera.

Ese es el escudo de protección que precisa el euro para sobrevivir. Los europeos caminan muy lentos en la construcción de la moneda única; pero ya han llegado a la conclusión de que es más caro deconstruirla que terminar de cerrar el círculo institucional. El hecho de tener que poner de acuerdo a 27 países y sus respectivos Gobiernos no lo facilita; pero siempre que se dan dos pasos atrás, se dan tres adelante. Como dice un buen conocedor de la construcción europea, "nunca lo vamos a arreglar del todo, pero nunca lo terminaremos de fastidiar". Pues bien: hay que arreglarlo del todo. Y hay que hacerlo ya, porque la viabilidad de la moneda europea ahora sí está en cuestión, con dudas en los mercados financieros y dudas crecientes entre la ciudadanía.

Con Grecia o sin Grecia -también puede ser más caro excluirla del euro que mantenerla dentro subsidiada-, Europa tiene que cerrar el pacto fiscal que comprometa a todos con el control de sus gastos; tiene que buscar mecanismos mancomunados para estimular el crecimiento y poder llevar el déficit a niveles soportables y financiables; tiene que poner en marcha una verdadera unión bancaria europea, que disponga de un solo mecanismo de supervisión, de garantía de los depósitos y de rescate y liquidación paneuropea de los bancos fallidos; tiene que hacer un Tesoro europeo que emita para financiar a todos los Estados de la Unión, y tiene que haber un Banco Central Europeo con plenos poderes para intervenir más en el mercado y responder por la divisa y todo el papel emitido con su sello. Y todo con unidad política, como si se tratase de los Estados Unidos de Europa. Sin un escudo tan consistente, el euro es un proyecto demasiado vulnerable.

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