El accionista sorpresa de Nomura
Hay una mejor manera de avergonzar a un banco de inversiones que apuntar a sus deficiencias en el etiquetado de los baños? Eso es lo que un inversor anónimo de Nomura ha hecho en una de las 18 propuestasque él o ella ha lanzado para votar en la junta anual del banco a finales de este mes. Pero hay más entre las propuestas del inversor anónimo.
Por supuesto, las rarezas garantizan una lectura entretenida. Equiparar los beneficios físicos de pasar un tiempo de calidad en los baños con evitar la bancarrota y obtener el precio de la acción hasta al menos el cuádruple es a la vez sublime y completamente ridículo. También es difícil argumentar que a los poco efectivos directores se les deba retirar dicho título si no dirigen nada. Mientras, el cálculo de que acortar el nombre del banco ahorraría 1.000 horas de trabajo al año por empleado es el tipo de estadística difícil de alcanzar de la que cualquier habitual de Wall Street estaría orgulloso. Pero las propuestas más serias son bastante inteligentes. Tiene sentido relacionar el salario con el rendimiento, por ejemplo, y prevenir que el accionariado se diluya ordenando que el capital sea aumentado a través de la oferta de derechos en lugar de por acciones comunes.
Aun así, el aspecto más sorprendente de esta pequeña y extraña muestra de activismo accionarial no es la naturaleza de las propuestas. Es que esta es la primera vez en al menos seis años que cualquier accionista de Nomura ha presentado satisfactoriamente algo para ser votado en la junta anual, a pesar de los pobres ingresos, un precio de la acción un 90% inferior a 2007 y la controvertida adquisición de las operaciones de Lehman Brothers en Europa y Asia.
Ya sea que encuentre las propuestas divertidas o irritantes, acertadas o equivocadas, el accionista anónimo merece una efusiva felicitación por llevarlas lejos.
Por Antony Currie