Las ramificaciones de la crisis del euro
Esta no es solo una crisis del euro. Hay cuatro. Cada una podría ser gestionada por su cuenta. Pero la combinación parece cada vez más tóxica. El último problema significativo es económico. De hecho, no es una crisis en sí que el PIB de una región rica con un comercio equilibrado y fuertes instituciones crezca despacio. En cualquier caso, las reformas están en camino, algunas grandes en España y otras más pequeñas en Italia. Pero se podría hacer más y con más facilidad.
Los débiles Gobiernos nacionales plantean problemas más serios. Los líderes de naciones deudoras y acreedoras ven lo difícil que es convencer al electorado de que la unidad europea merece más dolor. También de que la desunión de Europa llevaría aún más daño. Pero la debilidad política no debería exagerarse. La mayoría del electorado continúa votando por los partidos que apoyan el euro. Y en cada etapa de la crisis, cada Gobierno ha hecho los compromisos necesarios para mantener la moneda única intacta.
La tercera crisis es la escasez de solidaridad. Ni el BCE ni la UE han sido lo bastante fuertes para establecer una agenda clara para asuntos de urgencia. Dicho esto, las instituciones están funcionando adecuadamente. Se han hecho las cosas correctas, si bien las mínimas y en el último minuto.
La crisis más tóxica está en la psicología del inversor, que parece sufrir de un miedo permanente sobre el futuro del euro. Sus respuestas temerosas solo hacen que la situación sea más preocupante. Pero hasta ahora, las autoridades han sido capaces de responder con promesas sobre los déficits y las reformas, y cuando ha sido necesario con financiación regional y de los bancos centrales.
Solucionar todo no se hace en unas pocas semanas. Pero la eurozona podría colapsar si los delirantes inversores no son neutralizados en unos pocos meses. Para prevenir eso, las autoridades necesitan empujar juntos para inyectar en los mercados un potente tranquilizador. El tiempo para la financiación monetaria ilimitada puede estar aproximándose. La creencia en una infinita liquidez mantiene a los inversores calmados en Reino Unido y Estados Unidos. Esa creencia haría lo mismo en la eurozona.
Por Edward Hadas