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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ni España ni Europa pueden esperar más

El durísimo castigo que la prima de riesgo española ha padecido en los mercados financieros a lo largo de las últimas jornadas y la creciente rumorología sobre la posibilidad de un rescate sobre el sistema financiero han encerrado a España en una olla a presión de magnitud hasta ahora desconocida. La ofensiva del Gobierno para buscar una salida que permita atajar la desconfianza que se ha cernido sobre el sistema bancario español sin colocar a Madrid en el oscuro club de las economías rescatadas -junto a Irlanda, Grecia o Portugal- parece haber comenzado a dar sus frutos. Hasta ahora, el Gobierno ha mantenido que el durísimo acoso que estamos sufriendo en los mercados financieros no es solo un problema español, sino también europeo, y que europea debe ser, por tanto, la respuesta. España se ha negado así a aceptar un rescate que muy probablemente estigmatizaría al país de forma permanente y lo sumergiría en una travesía en el desierto de la que se conoce el principio, pero se ignora el final. Esa resistencia numantina -y también insuficientemente explicada- ha logrado abrir finalmente una grieta en los muros de la Unión Europea. Desde Bruselas se reconoce ya que es necesario buscar una fórmula ad hoc que permita desatar el nudo gordiano que atenaza al sistema financiero español sin obligar a Madrid a retratarse con una apelación directa al fondo de rescate europeo. Como señalaba ayer Mario Draghi, presidente del BCE, el caso Bankia demuestra que los problemas de una entidad bancaria pueden teñir de negro todo el horizonte de la eurozona, por lo que se hace necesario contar con "mecanismos creíbles" que permitan sanear y socorrer a quienes lo necesiten.

Entre la rumorología y la confusión generada en los últimos días, hay dos soluciones que comienzan a abrirse paso. Una exigiría una reforma -perfectamente factible- del modelo de fondo de rescate, que permita inyectar capital europeo directamente en las entidades bancarias, algo que en este momento no es posible. La otra consistiría en un manguerazo de liquidez desde el propio fondo de rescate o bien en un préstamo desde el FMI. Cualquiera de ambas soluciones es preferible a una operación de rescate que, aun siendo parcial y circunscrita al ámbito bancario, corre el riesgo de ser malinterpretada en los mercados.

Sea cual sea la salida elegida, esta debe ser rápida y lo menos lesiva posible para la soberanía y la imagen de nuestro país. Si España cuenta con los recursos necesarios para culminar de forma unilateral el saneamiento del sistema financiero debe hacerlo por sí sola, pero debe hacerlo cuanto antes. En caso de que no sea así, hay que consensuar una salida que libere al país del yugo de los mercados. Pero ni Bruselas ni Madrid pueden olvidar que el reloj corre y que lo hace en contra de ambas.

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