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Columna
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Un euro a la baja favorece a Alemania

La devaluación del euro no salvará la eurozona. Ayudará al crecimiento, especialmente si el euro sigue cayendo, pero será la próspera Alemania la más beneficiada, no la asediada periferia.

Los tipos de cambio importan. Una devaluación hace más competitivas las exportaciones y evita la competencia en las importaciones. Pero la escala de los estímulos depende de la capacidad de un país para comerciar y de con quién lo hace. En ambas cosas gana Alemania, no Grecia ni España. Las exportaciones juegan un importante papel en la gran economía alemana, equivalentes al 47% del PIB. En España el ratio es del 26% y en Grecia, del 22%. A pesar de que sus socios comunitarios se debilitarán en 2011, Alemania continúa acumulando un superávit comercial de 158.000 millones de euros, unas diez veces las exportaciones totales de Grecia.

Un euro a la baja solo ayudará a comerciar con economías de fuera de la zona euro. Aquí la periferia también tendría un problema. En 2011, el 52% de los bienes exportados por España se quedaron en la zona euro y solo el 24% salió de Europa, a América y Asia. Pero de enero a marzo, el 39% de las exportaciones alemanas salieron de Europa. El segundo mayor mercado de exportación de Alemania es Estados Unidos, y china el quinto. ¿Un Mercedes, un Audi, o un BMW por un 10% o 20% menos? Muchos americanos y chinos van a amar esa idea.

Por supuesto, las exportaciones de mercancías no lo explican todo. Más turistas británicos pueden dirigirse a la eurozona este año debido a que la libra ha crecido frente al euro. Pero los turistas de la periferia no tienen nada más barato que los de Francia o Alemania. El problema de nuevo es el propio euro. Ha descartado algo que se ve injusto: devaluaciones que empobrezcan al vecino. Pero Grecia y España necesitan resultar notablemente más baratos que sus vecinos y principales socios comerciales, no solo con el resto del mundo. Sin eso, el riesgo es que el gran vecino alemán siga haciéndose más fuerte mientras la débil periferia se duele.

Por Ian Campbell

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