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Google prueba los límites de Almunia

El no-nato caso Google prueba los límites de las autoridades de Competencia para controlar con normas de la era analógica a unas empresas que se mueven a velocidad digital. "Su espada se ha quedado vieja y oxidada", como dicen los Vampire Weekend en el vídeo.

El abismo entre la realidad económica del siglo XXI y el derecho de la competencia del XX se ha comprobado esta misma semana.

La Comisión Europea ha acusado al buscador por antonomasia de cometer un reiterado abuso de su posición ultradominante. Esos cargos, en la era analógica, acarreaban multas descomunales y hasta la posible partición de una empresa. Pero ahora Bruselas ofrece a Google la posibilidad de autoinculparse y negociar la penitencia.

No se trata de una concesión ni de un trato de favor, sino la prueba de las dificultades de aplicar unas normas que tardarían años en surtir efecto. "En este tipo de mercados tan rápidos siempre es preferible para los usuarios que se restaure la competencia desde un primer momento antes de embarcarse en largos procedimientos", reconocía el lunes un siempre pragmático Joaquín Almunia, comisario europeo de Competencia.

Bruselas tiene la experiencia de su batalla "tecnológica" anterior: una década de lucha incansable contra Microsoft y su estrategia de aprovechar su dominio en sistemas operativos (Windows) para hacerse con mercados adyacentes como la navegación por Internet (con Explorer). El caso acabó en una clamorosa victoria judicial de la CE. Pero sus resultados tangibles son más difíciles de valorar. ¿Se hubieran desarrollado los nuevos navegadores, como Chrome (de Google) o Mozilla sin la intervención de la CE? Más de un experto en el sector considera que sí.

La CE se encuentra ahora ante la misma tesitura, pero en otro filón del mercado. Google copa el 95% de las búsquedas que realizan los europeos en Internet. Y sus tentáculos comienzan a extenderse peligrosamente hacia otros mercados. La CE tiene claro que está abusando de su poder.

Pero tiene que probarlo y eso lleva mucho tiempo. Y resulta imposible aventurar cual será el escenario dentro de cinco o diez años, el plazo optimista para la resolución de un expediente de este tipo en la UE. Quizá para entonces las búsquedas se realicen de otra manera. Y Google nos parezca una maravillosa reliquia de un tiempo en que los ordenadores eran tan torpes que todavía había que teclear lo que querías buscar.

De modo que Almunia tiene una difícil papeleta. Si Google no enmienda voluntariamente su conducta tendrá que embarcarse en una batalla desigual (un puñado de funcionarios frente a los abogados mejor pagados del mundo) y de inciertas consecuencias.

¿Qué alternativa tienen las autoridades de competencia ante esta insoportable impotencia? La misma que otros tantos gremios, desde los banqueros a las agencias de viaje o los medios de comunicación. Modernizarse, repensar las normas y prepararse para un enfrentamiento con los googles del futuro. Porque el choque llegará y los gigantes serán cada vez más poderosos.

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