Aquel gol de Zidane
Hoy hace diez años que Zinedine Zidane marcó, en Glasgow, y para el Real Madrid, uno de los más bellos y determinates goles de la historia del fútbol. Véanlo de nuevo: es la bomba. El Madrid, como la economía española, como España entera, vía embelesado por la euforia, y, pese a las llamadas de atención de los entendidos, erró el camino. Los blancos siguen esperando la décima, y los españoles esperando la salida de una larga, largísima recesión: las dos están en camino porque en ambos casos se han puesto las pilas para ello.
El capitán del Real Madrid en los primeros años del siglo, Fernando Hierro, advirtió varias veces a los gestores del club que destinaran menos atención al fichaje de grandes estrellas, caras y no siempre futboalísticamente rentables, y más a fortalecer la plantilla allí donde era decisivo. "Presidente, debe fichar centrales, que sin una defensa de primer nivel no ganaremos nada". Pavón fue la solución del señor Pérez para equilibrar los zidanes en su primer mandato en Concha Espina. Pero fracasó, y además cometió el error, que muchos madridistas no le hemos perdonado, de echar a la conciencia del equipo, a Hierro, y con él a Vicente Del Bosque, que había llevado a las vitrinas dos Lgas y dos Copas de Europa. Del Bosque fue despachado porque no sabía hacerse el nudo de la corbata con la elegencia de su sustituto, un tal Queiroz, buen tipo que nunca ganó nada, y tiene el récord de empalmar seis derrotas consecutivas en el Madrid, algo realmente histórico. Del Bosque, como Hierro, decía las cosas que gustaban menos, y sentaba a quien hubiese que sentar por el bien del equipo, aunque tragó carros y carretas, solo compensadas con su victoria en el Mundial de Sudáfrica (con Hierro de director deportivo).
2002, además del glamuroso gol de Zidane, agració a Espaa con un deslumbrante crecimiento económico,con un avance del empleo sorprendente, y con un avance de la inversión alentada por unos tipos desconocidamente bajos tras la entrada en el euro. El presidente del Gobierno, Aznar, hizo una reforma laboral para movilizar a los centenares de miles de personas que rotaban entre el empleo y el desempleo remunerado. Se pretendía castigar con la retirada de la prestación a quien rechazase ofertas de empleo a una distancia equis de su domicilio. Algo razonable. Pero media huelga general, cómo no, hizo rectificar al presidente, y no se corrigió la situación.
Los bancos concedíancrédito a espuertas, con hipotecas por el 100% del valor de la garantía real, y las cajas de ahorros no hacían caso a las incipientes advertencias de los expertos de que el crédito iba demasiado rápido en una economía con tipos reales negativos. La banca había empezado a agotar los recursos ajenos proporcionados por el ahorro nacional, y tenía que ir a buscarliquidez al mercado interbancario, al ahorro alemán, holandés o francés, para realizar el milagro español de los ladrillos.
Como los dirigentes del Madrid,envueltos en el glamour de los galácticos, hicieron oídosordo a las advertencias, y dejaron correr la fiesta. Lo del Madrid acabó como acabó, con dos ligas más mediocres, con crisis en la presidencia, abandonaba por Pérez para volver a ella por aclamación democrática, pero con la lección más aprendida. Parece haberse encaminado dejando el fútbol en manos de los que saben del balompié, dejando la literatura y el humo de lado, y apostando por las matemáticas.
En economía ha pasado algo parecido. El riego por aspersión de los bancos se ha acabado, y la maquinita del dinero y el gasto se ha terminado abruptamente. Estamos en manos de nuestros financiadores, y la economía está en manos de los que saben de ella, aunque ahora no saben si saldremos de esta o no. Se han sentado las bases para la recuperación, pero será muy lenta, porque no se recompone un sistema financiero gigante y enfermo en cuatro días, ni se acostumbra a la población a vivir de forma más austera y a explotar su propia iniciativa en cuatro meses. Pero saldremos de esta, con la misma seguridad de que el Madrid ganará la décima, aunque sea con un fútbol menos bello que el que adorna ese pedazo de gol de Zidane que no se le ha olvidado a ninguno de cuantos lo vieron: pradera de Glasgow, 15 de mayo de 2002, San Isidro Labrador, patrón de Madrid.