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Columna
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El arte, oro para los nuevos ricos

El arte contemporáneo se está convirtiendo en el oro de los nuevos ricos. Las grandes subastas de la semana pasada en Nueva York se saldaron con nuevas pujas récord para Rothko, Klein, Lichtenstein y otros artistas de las posguerra. Lo exclusivo es parte del encanto, junto al gusto y el poder de gasto de la plutocracia mundial. Una cosa que agradecen, al menos, los financieros de su entorno es que el arte contemporáneo también ha generado buenos retornos.

La obra Naranja, rojo, amarillo, de Mark Rothko se vendió por 87 millones de dólares en Christie's, elevando la factura de venta del subastador a 388 millones, la mayor de su historia. Es una señal de que la categoría contemporánea tiene la sartén por el mango en estos días, aunque el récord de toda la historia, establecido por la casa Sotheby's con El grito, de Munch, estaba oficialmente en la categoría de impresionistas y arte moderno. Al igual que los alquileres de propiedades de alto nivel en Londres, el arte caro es ahora un mercado global. Si los coleccionistas europeos son cautos, como sería de esperar con los temblores financieros que azotan a todo el continente, hay una multitud de compradores americanos, de Oriente Próximo, Suramérica, Rusia y Asia para ocupar su lugar.

Y los súper ricos no andan cortos de efectivo. De hecho, algunos de ellos tienen el lujo de no saber qué hacer con él. La mentalidad financiera puede no admitirlo, pero parecen tener la idea de un arte que puede conservarse en la pared o de pie en el patio por unos años y luego ser vendido con un beneficio. Con unas pocas excepciones, los récords establecidos esta semana fueron para trabajos de artistas famosos ya fallecidos con un mercado probado, no por novatos.

Los valores del arte contemporáneo han destrozado al apagado S&P 500 desde el año 2001. Dado que muchos otros símbolos de estatus se deprecian rápidamente, hace que soltar decenas de millones por un Rothko parezca hasta prudente.

Por Richard Beales

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