El espejismo del BEI
De repente, alguien quiere presentar al Banco Europeo de Inversiones como la fórmula mágica para recuperar el crecimiento en la Unión Europea. ¡Ojalá! Pero el BEI, que la semana que viene celebra su junta de accionistas, parece más preocupado por mantener su capacidad de financiación que por incrementarla.
La entidad pública europea, por si acaso, ya ha anunciado su intención de bajar el pistón y pasar de los 61.000 millones de euros en préstamos en 2011 a unos 50.000 millones durante este ejercicio. De ahí que la propuesta de la Comisión Europea de ampliar su capital (en 10.000 millones de euros) apenas permitiría mantener el ritmo de financiación actual sin perder la máxima calificación. Nada más. Y nada menos, porque el BEI es uno de los mayores, sino el mayor, organismo multilateral de financiación del mundo.
Para las agencias de rating (y los inversores que siguen sus valoraciones) el Banco sigue siendo una entidad muy segura, porque sus accionistas son nada menos que Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, España y el resto de socios de la UE. Desde 2009, además, el BEI puede refinanciarse a través el Banco Central Europeo, lo que hace muy improbable un problema de liquidez.
Pero el futuro del BEI no está exento de nubarrones. Su nivel de apalancamiento es bastante elevado. Buena parte de sus acconistas han sufrido la degradación de su calidad crediticia y solos le quedan unos cuantos con triple A. Y su exposición en los países vulnerables de la zona euro es considerable: la cartera en los tres países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal) suma 23.500 millones de euros en los últimos cuatro años. En Italia y España, 85.200 millones en total.
De modo que la UE deberá seguir buscando cómo maravillárselas con algo más que el BEI. Bruselas siempre puede invocar los beneficios de la futura patente europea o de la profundización del mercado interior. Dos cortinas de humo que siempre aparecen en sus periódicos trabalenguas a favor del crecimiento. ¡Dificilísimo!, que diría Lola Flores.