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A fondo

¿Cómo se ha llegado a esta situación?

Cómo hemos llegado a esta situación? He oído que hoy cambian al presidente de Bankia y que va a entrar el Estado en el capital del banco. Soy cliente de Caja Madrid desde hace más de 40 años y llevo más de dos años que no gano para sustos". Así se expresaba ayer un cliente en una oficina madrileña de Bankia horas antes de que José Ignacio Goirigolzarri fuera nombrado presidente ejecutivo de la cuarta entidad financiera española, en sustitución de Rodrigo Rato. Y poco antes de que la que fuera la caja más antigua española -fundada el 3 de diciembre de 1702-, pidiese a través de su consejo su nacionalización.

El mercado, incluso en círculos políticos y financieros, aún se preguntan cómo una de las entidades financieras que se consideraba de las más solventes de España hace algo más de un lustro ha podido terminar en manos del Estado. La respuesta: su elevado riesgo inmobiliario, el más alto del sector. Solo su matriz, Banco Financiero y de Ahorros (BFA), que controlaba hasta ayer el 52,4% de la entidad, acumula 37.517 millones de euros de activos problemáticos vinculados al inmobiliario (el 17% del total del sector).

Y es que Caja Madrid, y sobre todo su socia Bancaja, fueron dos de las instituciones financieras españolas que más créditos vinculados al ladrillo concedieron en el boom inmobiliario.

Esta ha sido una de las principales causas del declive de Bankia, pero no el único. Las guerras políticas siempre han tenido su reflejo en las cajas de ahorros, y tanto la entidad madrileña como la valenciana han sufrido también en sus órganos de gobierno, y por lo tanto en su gestión, las consecuencias de estas luchas de poder, que se supone que poco o nada tenían de financieras, y sí de cuota de poder.

A ello se ha sumado una rápida y poco medida reestructuración y reforma financiera en medio de la que puede considerarse la mayor crisis económica de los últimos años en España.

En enero de 1988 Caja Madrid nombraba a Jaime Terceiro presidente de la entidad. En 1996 sale de la entidad a consecuencia de las luchas por el control político de la caja. El ministro de Economía entonces era Rodrigo Rato.

A Terceiro le sustituye Miguel Blesa, vinculado al PP, y amigo de José María Aznar. Y curiosamente Rato, ya ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI), sustituye a Blesa el 28 de enero de 2010 tras una dura e incluso "bochornosa y encarnizada" lucha política por controlar el poder en la caja entre el entonces alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón y la presidente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ambos del PP. El predecesor de Rato dejó el cargo con una caída del beneficio de la entidad del 68%. La crisis económica y del sector financiero ya había hecho sus estragos. La recuperación de fallidos y el control de gastos se convirtieron en la gran asignatura pendiente de la entidad. En Bancaja también, lo mismo que al resto de las socias de Bankia -Caja Segovia, Caja Ávila, Caja de Canarias, Caja Rioja y Caixa Layetana-.

Rato no tuvo mejor suerte que sus dos antecesores, y ayer dimitió de BFA-Bankia, y se nombró a Goirigolzarri. Solo llevaba dos años y cuatro meses en el cargo, y menos de un año y medio si se toma como referencia su nombramiento como número uno de BFA-Bankia. Su socio en Bancaja, José Luis Olivas, que fue vicepresidente de Bankia, corrió igual suerte en el grupo, aunque por otras causas -tuvo que dimitir tras ser intervenido en noviembre pasado Banco de Valencia, hasta esa fecha filial de Bancaja-.

El consejo de Caja Madrid y de las seis cajas que ahora componen Bankia, aprobaron, por recomendación del Gobierno del PSOE y del Banco de España, la creación de Bankia a través de un instrumento nada acertado, según aseguran ahora expertos financieros y políticos que contribuyeron entonces a su constitución, los denominados SIP. Los Sistema Institucional de Protección o SIP, sociedades a las que recurrieron casi todas las cajas para fusionarse en los dos últimos años, intentaban conciliar las diferencias políticas existentes entre unas comunidades autónomas y otras. Pero este instrumento no solo no ha funcionado, sino que ha contribuido a enrevesar más las fuerzas políticas de las entidades que los forman, en lugar de despolitizarlas.

Bankia se creó en julio de 2010. Nacía como una gran entidad financiera. Caja Madrid y sus socias pasaban a la categoría de entidad sistémica, con unos activos de unos 300.000 millones de euros. En diciembre de ese año Bankia recibió del FROB 4.465 millones de euros, al no haber superado las nuevas exigencias de capital que impuso el supervisor español como paso previo para que toda la banca española lograra aprobar las pruebas de solvencia que realizaría más tarde la Autoridad Bancaria Europea (ABE).

Tras realizar el mayor ajuste en plantilla y oficinas de la banca española en algo más de un año, el Gobierno y el Banco de España empujaban a Bankia a salir a Bolsa en uno de los peores momentos de los mercados. Mientras, la morosidad se disparaba en el grupo y en todo el sector financiero.

Se iniciaba la verdadera caída en picado de este grupo financiero. "Rato nunca tuvo que aceptar las presiones para que Bankia saliese a Bolsa en un momento tan delicado. El objetivo de su cotización era devolver la confianza de los mercados hacia España en general y hacia el sistema financiero del país en particular, y el efecto ha sido desde el principio el contrario", explicaba ayer un alto directivo de una entidad rival. Pero en medio de una cotización a la baja y un sistema financiero cada vez más en entredicho, el Gobierno del PP decide terminar con la desconfianza del mercado hacia la banca española e impulsa, como ya lo había hecho poco antes el PSOE, las fusiones como vía para "crear entidades más solventes", para que vuelva a fluir el crédito.

Para ello aprueba en febrero la reforma del sistema financiero que obliga a toda la banca a dotar 54.000 millones de euros (5.070 millones Bankia), para sanear sus balances de sus activos inmobiliarios. Esta medida pretendía también abaratar el precio de la vivienda al actualizar sus valoraciones y así terminar con el stock que tiene la banca. Pese a estos esfuerzos la deuda soberana española sigue en entredicho, la sombra de una intervención del país sobrevuela día sí y día también, mientras que la prima de riesgo sigue disparada y las dudas sobre la banca se acrecientan. El nudo gordiano de la reforma financiera es Bankia. "Si no se soluciona el reflotamiento de Bankia, no habrá reforma financiera", era el comentario generalizado. Y es que el grupo que presidía hasta ayer Rato necesitaba una nueva inyección de capital público para sanear su balance. Su ya expresidente intentó diversas fórmulas, pero no lo consiguió, y solo alargó la agonía del grupo financiero, mientras que el Gobierno y sus homólogos de la gran banca presionaban para sanear Bankia. Bruselas y el FMI también. Y pusieron plazo, este mes.

La negativa del auditor, Deloitte, a firmar las cuentas que Rato presentó, fue la gota que colmó el vaso. El exministro tuvo que presentar su dimisión, Bankia tiene que ser nacionaliza, mientras que el Gobierno tiene que recurrir a uno de los banqueros con más experiencia del sector, José Ignacio Goirigolzarri, para reflotar el grupo. Y mientras, 400.000 accionistas y más de 10 millones de clientes, siguen preguntándose ¿cómo se ha podido llegar a esta situación?

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