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La culpa es de la gente que vota mal

Tampoco hay que llamarse a engaño. Por mucho que gane Hollande, el panorama que España tiene por delante no es un particularmente halagüeño. La crisis no la provocó Zapatero, ni las subprime, Rajoy ni Merkel, sino una descomunal burbuja inmobiliaria. Sufriremos sus consecuencias aunque Europa cambie tras la caída, cual fichas de dominó, de los aliados de Merkel en Holanda y Francia. Ahora bien, el dibujo de Europa dentro de unos años, la Europa en la que vivan quienes hoy están en la Universidad, sí puede cambiar, y eso es una buena noticia. Lo de Grecia es otra cosa.

Considerar que aquí no pasa nada es girar la cara ante la realidad. Hasta ahora, el Gobierno alemán ha mantenido, en contra del más liviano análisis económico y del sentido común que la austeridad es el verdadero, único e innegociable camino hacia la virtud para quienes se alejaron de ella. El Gobierno holandés era el poli malo y el francés el poli bueno pero, al final, las decisiones de las cumbres europeas diferían poco de los planteamientos alemanes.

A este nuevo panorama político se suma el hecho de que la austeridad como dogma de fe no sirve para nada más que quizá para expiar presuntos pecados cometidos por gente vaga y derrochadora que vive hacia el Sur. La recesión se ha agravado, la crisis de liquidez se ha agravado y la fuga de capitales se ha agravado. No es de extrañar que los tecnócratas europeos empiecen a poner una vela al diablo. Este fin de semana Andy Robinson, en La Vanguardia, contaba que Mario Monti había aparecido en público con Joseph Stiglitz, una suerte de anticristo de la austeridad. El aún por definir "pacto por el crecimiento" improvisado por Bruselas responde, también, a la necesidad de guardar unas mínimas apariencias ante esta nueva realidad.

Ya no estará marcada por la imposición de un dogma a sangre y fuego, sino por el equilibrio entre realidades, posibilidades y juegos de poder. Política, vamos. La reacción de algunos medios alemanes a la inminente elección de Hollande dice bastante del paradigma en el que se ha movido la elite conservadora germana. Titular que Francia "necesita una crisis" equivale a decir que los franceses no saben votar. O que es mejor que no elijan su gobierno. Como los italianos, los griegos (hasta ayer) y, en general, estas gentes que no saben manejar su dinero.

Ahora bien, ¿qué puede cambiar? Seguramente, dos cosas. La velocidad de la consolidación fiscal y la agenda para el crecimiento. Dos cuestiones de sentido común. En recesión continua, prácticamente cualquier país del mundo sería insolvente. Y, por otra parte, en el asunto de la consolidación fiscal, el objetivo razonable sería llegar a niveles de deuda sostenibles en el medio plazo, pero partiendo de cifras del orden del 90% en buena parte de Europa, es un objetivo que llevará décadas. En este contexto, laminar un país para cumplir con 3% de déficit a dos años vista es, como dicen en este paper, "una simplificación sin sentido o en el corto plazo" que solo tiene justificación simbólica. Es decir, punitiva. Aquí, el especial de VoxEu sobre la austeridad. Y aquí, lo que dicen en Nada es Gratis sobre el nuevo escenario para Europa.

Otras posibilidades (eurobonos, otro papel del BCE) levantarán muchos sarpullidos y dependerán en buena parte de la política interna alemana. Mucho pedalear. Por eso para España es difícil que cambien las cosas a corto plazo. Por mucho que su problema sea de fuga de capitales y desconfianza, y no tanto de déficit, y aun asistido por el BCE, el Gobierno seguirá metiendo la tijera. No sé cómo, a qué ritmo y con qué argumentos. Pero no soy muy optimista, a la vista de la alegría con la que el Gobierno ha despachado recortes en partidas estratégicas para el futuro (como educación o investigación) mientras ha tenido que esperar a reprimendas en público del FMI y el BCE antes de plantearse atacar la principal causa de desconfianza, es decir, el sector bancario.

Otra cosa es el perfil que adopte en Europa. Los planteamientos de Hollande son más adecuados para España, pero son también contrarios a la moralina de fabricación germana adoptada por el PP. Si hay un frente pragmático donde caben Monti y Hollande, Rajoy debería subirse al carro. Sería paradójico (o más bien sadomasoquista) que el país más castigado se convirtiese en el aliado de Merkel. 

Lo de Grecia es otra cosa. El país no solo tiene un Parlamento en el que dominan los partidos contrarios al rescate; además sus cuentas públicas tienen superávir primario. Esto quiere decir que, si no pagase los intereses de la deuda, el Gobierno tendría superávit. Hasta el momento, Grecia no tenía más remedio que hacer recortes porque sin acceso a los mercados tendría que hacer recortes de gasto aún mayores. Ya no es así. Si Grecia decide no pagar sus deudas, el Estado podría, en teoría, pagar las nóminas. Eso ya es otra cosa.

Y por si fuera poco, este domingo hay elecciones en Renania del Norte. Claro que, igual que franceses o griegos, quizá también los renanos voten mal. 

Música conta la crisis. Rolling Stones, Angie

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