La armonización del impuesto de sociedades
El autor defiende la armonización del impuesto de sociedades en la Unión Europea como fórmula alternativa de aumentar los ingresos y no desmantelar el Estado del bienestar
El estallido de la crisis económica ha conllevado que las arcas públicas españolas se hayan desangrado. El mayor porcentaje de los ingresos públicos provenía del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) y el impuesto sobre el valor añadido (IVA), por lo que, con más de 5 millones de personas desempleadas que no cuentan con ingresos y no consumen, la tributación de IRPF e IVA se ha derrumbado, haciendo caer los ingresos públicos desmedidamente.
Las soluciones en un primer momento se centraron en tratar de aumentar los ingresos. Para conseguirlo los mecanismos han sido dispares. Se ha acudido a soluciones clásicas como subir el IVA en el año 2010, o la subida del IRPF en este 2012. Por otro lado, también se activó la forma de financiación más fácil, la emisión de deuda pública.
Pero la solución de subir el IRPF y el IVA ya no es viable ante la situación de asfixia de las economías domésticas. Además, tampoco parece ser recomendable continuar con la emisión masiva de deuda pública, teniendo en cuenta el negocio que hacen con ella los especuladores gracias a las agencias evaluadoras del riesgo.
Por ello, ante la aparente falta de alternativas para aumentar los ingresos hemos pasado a centrarnos en el gasto público. El nuevo discurso reinante entiende que la única forma de sostener las arcas públicas pasa por reducir los gastos. Evidentemente, desmantelar los servicios públicos no parece que sea la solución, por lo que parece recomendable volver a centrar los esfuerzos en conseguir ingresos públicos suficientes para sufragar nuestro más ansiado tesoro: el Estado del bienestar.
¿Es que no hay más alternativas para lograr aumentar los ingresos públicos e impedir así caer en los recortes de nuestros servicios públicos? Sí que hay alternativas, y de entre ellas, hay una que normalmente se olvida: el impuesto de sociedades (IS).
En Europa, hace más de 10 años que los Estados han entrado en una competición impositiva para atraer inversiones, reduciendo sus IS como forma de llamar a las empresas, lo que se ha traducido en una drástica reducción de la recaudación tributaria a los beneficios empresariales. Esta situación se ha propiciado por un dislate jurídico consecuencia de haber dejado Europa a medio construir. La situación es la siguiente, en Europa creamos un exitoso mercado interior en el que operaba una libre circulación de trabajadores, una libre circulación de mercancías, una libertad de establecimiento empresarial, una libre prestación de servicios y una libre circulación de capitales. Pero a esta plena libertad mercantil dentro de Europa no le acompañó una armonización fiscal, por lo que, gracias a esta desigualdad impositiva, las sociedades han estado haciendo tax shopping en busca de la tributación más favorable, para establecerse donde encuentren mayores facilidades fiscales y operar desde allí en el resto del mercado interior. El resultado, la caída estrepitosa de la recaudación del IS en todos los países europeos.
Los datos son alarmantes. Según Eurostat, entre 2000 y 2010 la media europea del IS ha caído casi nueve puntos (del 31,9 al 23,2). Países como Bulgaria o Chipre han llegado a tipos impositivos del 10%, reduciéndose desde el 32,5% en el caso de Bulgaria, y desde el 29% en el caso de Chipre, lo que supone una caída de unos 20 puntos. Otros países, como Alemania, han reducido en estos últimos 10 años 21,8 puntos su IS, de un 51,6% a un 29,8%. Irlanda ha situado el IS en 12,5% recientemente, afirmando abiertamente su intención de atraer inversiones de empresas. Y solo son algunos ejemplos, en términos generales la caída de los tipos del IS ha sido alarmante en todos los países.
En el caso español, entre 2000 y 2010 nuestro IS parece que solo se ha reducido cinco puntos, de un 35% a un 30% (entre 25% y 20% para las pymes). Sin embargo, estos datos no son reales, ya que únicamente reflejan la base imponible, sin ofrecer el tipo aplicable final una vez practicadas las exenciones y deducciones de nuestro sistema tributario. Un reciente estudio de la Agencia Tributaria demuestra que la media de la tributación efectiva de las sociedades en España se sitúa en torno al 10%. Por ello, nuestro IS figura maquillado de cara a la opinión pública. Además, el mismo informe señala que en los últimos años la recaudación del IS ha caído más del 60%. Uno de los motivos es que, precisamente, las grandes multinacionales son aquellas a las que se les aplican los tipos finales más bajos, mientras que a las pequeñas empresas, con menores beneficios, se les aplica un tipo efectivo más alto.
Como ejemplo de este sinsentido tributario podríamos analizar la imposición efectiva que en estos años se practicó a algunas grandes empresas: el 7,8% de Banco Sabadell (que tributó de 571 millones de euros de beneficio, únicamente 45); el 11,3% de Banco Santander (tributando 1.207 millones de unos beneficios de 10.588); el 12, 1% de ACS (con 120 millones de euros tributados de 988 de beneficio); el 5,8% de la fabricante de aerogeneradores Gamesa (dejando al fisco 7 millones de euros por unos beneficios de 122), o el 2% de la consultora Criteria (que de 1.362 millones beneficios dejó a las arcas públicas solo 27 millones de euros).
La única solución es armonizar este impuesto a nivel europeo. Hemos creado un entramado institucional que sirve de base para, mediante mecanismos de coordinación o cooperación entre Estados, o incluso mediante la integración supranacional en materia fiscal, sacar adelante una armonización en lo referente al IS que evite la caótica situación actual.
Por todo lo anterior, no podemos permitir que el debate se traslade al gasto público, poniendo en tela de juicio nuestro Estado del bienestar. Tenemos que conseguir reorientar los focos hacia la necesidad de aumentar los ingresos públicos. No es cierto que no se pueda sostener nuestro gasto público. Se puede si miramos a formas alternativas de aumentar los ingresos, y una de ellas es el olvidado IS.
Aitor Martínez. Investigador en Ciencias Políticas y experto en Derecho Internacional