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La "inevitable" reelección de Sarkozy

Hexagone - Renaud sur studio 5 par art2rue13

La izquierda europea se entusiasma cada vez que hay elecciones presidenciales en Francia (el próximo 22 de abril, primera vuelta), como si la toma del Elíseo estuviera a la vuelta de las urnas. Sorprende esa fascinación por un Hexágono que, como canta Renaud, "hace una eternidad que no cambia". Y que en los últimos 70 años, al menos, casi siempre se ha inclinado hacia el lado derecho.

Desde el comienzo de la Quinta República solo ha habido un presidente socialista (François Mitterrand) y tuvo que pasarse casi la mitad de sus mandatos cohabitando con Gobiernos conservadores.

El resto del tiempo, el Elíseo ha estado ocupado por generales (De Gaulle), patricios (Giscard), caciques (Chirac) o nuevos ricos (Sarkozy), reflejo de la evolución social de uno de los países con mejor nivel de vida del mundo, con mayor tasa de ahorro y que, por si fuera poco, parece surcar esta crisis con la facilidad de un crucero bien equilibrado (¡hasta han subido las ventas de coches!).

Aún así, los progresistas siguen enamorados de Francia. En recuerdo, tal vez, de una mirada turbia con pelo rizado que se cruzaron un día en La Sorbonne. O en agradecimiento por aquella tarde en una terraza parisina leyendo noticias de anteayer en un periódico con fecha de pasado mañana. Pero París es una gota en una Francia de 36.000 y pico ayuntamientos (cuatro veces más que España), como retrata en una detallada crónica Ana Teruel.

Quién sabe el motivo. Pero el caso es que por unos días los socialistas europeos sueñan que un cuello de cisne o un profesor hierático encabezan la revolución de unos sans culottes que ya no existen, porque ahora se han convertido en desclasados. Su último portaestandarte se llama François. Hollande para más señas, por si todavía no les suena.

Hollande arenga contra el capitalismo en un país con muchos rentistas que votan y con banlieues tan marginadas que prefieren la abstención. El aspirante debería releer a Tocqueville para no olvidar que en 1789 los franceses se alzaron en armas porque, a diferencia de otros europeos, ya eran propietarios.

Hoy lo siguen siendo buena parte de ellos. Y como dice Julio Camba (releído, por supuesto, en Pepitas de Calabaza, con prólogo de Manuel Jabois a la altura del viejo maestro), "para juzgar a un pueblo hay que ver su comedor y su alcoba antes que su palacio parlamentario". Pasa en Francia y en casi todas las regiones ricas europeas (Baviera, Cataluña o País Vasco); a los votantes se les va la papeleta a la mano derecha con gran facilidad. Solo muy de vez en cuando dejan que la izquierda juegue un rato con el cetro. ¿Gozará Hollande de esa excepción?

La respuesta, el 6 de mayo (segunda vuelta). Pero, de momento, los grandes medios de comunicación franceses (casi todos, casualmente, en manos de amigos de Sarkozy) asustan estos días a la población (casualmente también) con la recién descubierta delincuencia en Marsella. Y en la periferia social francesa se canta en árabe la versión que el argelino Baaziz ha hecho de la canción de Renaud bajo el significativo título de Je m'en fou (me da igual).

Baaziz - Je m'en fou par tadukli

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