Postal desde un país con los dedos cruzados
Cruza los dedos el presidente del Gobierno para que, por favor, por favor, que no nos rescaten. Cruzan los dedos, sin llegar todavía a las manos, los ministros de Hacienda y de Economía, para que los mercados y Bruselas se crean unas cifras que a ciencia incierta no se sabe de dónde salen ni a dónde van. Cruza los dedos el Gobernador del Banco de España para que se retrase unos meses la tormenta financiera y estalle durante el mandato de su sucesor.
Se hace cruces todo el Gobierno cada vez que sus correligionarios de Roma y París lanzan puyas que ponen en carne viva la prima de riesgo y algo más. Y a la opinión pública se le cruzan los cables cuando ve a sus representantes políticos, en el poder o en la oposición, desarbolados por un vendaval que ni vieron venir ni saben cómo capear.
Los parados se cruzan de brazos, impotentes ante un mercado laboral donde no hay oferta y se minusvalora la demanda. Y los asalariados cruzan los dedos para no figurar entre esos 600.000 puestos de trabajo cuya destrucción auguran los primeros presupuestos de Rajoy (¡y eso que solo son para seis meses!).
La resignación se palpa en un país que llegó a codearse con los grandes de la UE y ahora se siente maltratado por el eje Berlín-Fráncfort-París. Hasta los carteles de la almoneda en marcha parecen pedir perdón o disculpas. Ya no "se busca piso céntrico" sino que "se necesita". Y se justifica la venta de un (presuntamente) magnífico terreno "por falta de poder adquisitivo".
Paredes, balcones y parabrisas se cruzan ofertas de compra y venta en una estampida que anticipa la inevitable deflación de algunos activos. Y compradores y, sobre todo, vendedores, cruzan atónitos los dedos ante lo que parece, y no es, el derrumbe del capitalismo.
Y piden, a saber a quién, que el sistema aguante un poco más, aunque sea a base de trucos como el de ese Jesús de la Puerta del Sol, hasta que nos deshagamos de ese piso, hasta que nuestro hijo se coloque, hasta que cobremos la esperada pensión. Después, solo después, prometemos descruzar los dedos y recoger los añicos del falso milagro que nos quisimos creer.
Foto: Puerta del Sol, Madrid (B. dM. 7-4-2012).
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