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Andalucía, la izquierda radical y el objetivo de déficit

La victoria de la izquierda en Andalucía complica la consecución del objetivo de déficit de esta región y su aportación al objetivo nacional, y viceversa: la obligatoriedad de lograr un objetivo de déficit del 3% en 2013, con la obligada reducción regional, complica la gobernabilidad de la izquierda en Andalucía. La reacción del mercado bursátil a las elecciones no es baladí, pese a que la prima de riesgo se relaje ligeramente.

La izquierda siempre ha tenido problemas para alcanzar objetivos fiscales ambiciosos, cuando por ambición se entendía austeridad y control en los gastos. El ejemplo más palmario lo tenemos en cómo han quedado en términos fiscales al final del mandato del PSOE tanto el Estado, como la Seguridad Social o las comunidades autónomas regidas por la izquierda (también algunas de la derecha, cierto es). Su tendencia a la expansión del gasto es natural, y sólo es compatible su práctica con fuertes crecimientos económicos. El problema llega cuando para recomponer el crecimiento hay que hacer un ejercicio de disciplina fiscal, el mismo que ahora tiene que hacer todo el país para devolver las tasas de endeudamiento a niveles financiables por el ahorro externo, como condición previa para recomponer las tasas de financiación y el crecimiento de la economía.

No es por casualidad que Andalucía, la única comunidad de régimen fiscal común, haya votado en contra de la reducción del déficit fiscal de las comunidades para este año hasta el 1,5%. Aparte de que sea la única que puede funcionar como pivote de oposición a la política liberal del Partido Popular, la izquierda pretendía una mayor relajación en la senda de control del déficit. Otra cuestión, no menor, es qué parte del PSOE ha ganado en Amdalucía, aunque a primera vista más parece que lo ha hecho el de Griñan-Chacón que el de Rubalcaba.

Pero independientemente de eso, independientemente del grado de convicción el PSOE para meter en vereda las finanzas públicas en todo el territorio nacional, Griñán está en manos de Izquierda Unida. Eso supone que un pacto de Gobierno, que Izquierda Unida querrá condicionar a la aplicación de una buena parte de su programa, será más complicado que hasta ahora, y que hará virar la gestión, tanto económica como social, hacia la izquierda, hacia posiciones críticas con la austeridad que propone Mariano Rajoy.

Cómo lograr reducir los cerca de 2.500 millones de euros de déficit este año en Andalucía es muy complicado con un gobierno de coalición con Izquierda Unida. Además, la izquierda de Izquierda Unida de Andalucía no es precisamente la más flexible de las izquierdas. Sus precedentes algo indican: han jaleado la huelga gerenal contra la reforma laboral y contra los recortes sociales (en eso han apalancado su campaña y su éxito), y entre sus dirigentes hay destacados lígeres del antiguo Sindicato de Obreros del Campo, partidarios incluso de reformas agrarias más propias de la Segunda República que de este siglo.

No lo tendrá fácil Griñán: tiene que cumplir con el objetivo de déficit, por mucho que haya votado contra él, puesto que es imposición de Bruselas y lo ha respaldado todo el Consejo de Política Fiscal y Financiera, y tiene que hacerlo en connivencia con la Izquierda Unida más radical de todo el país. Aunque sus planteamientos hayan conectado con el electorado, la obligación de la política fiscal ahora es otra muy difenerte, y es ineludible. Siempre queda la opción de dejar el euro, como entre líneas plantea Izquierda Unida siempre que tiene ocasión.

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