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Columna
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Cosas que nunca te dije

La película de Isabel Coixet tiene ahora otra versión en forma de ensayo publicado por editorial Debate: 23 cosas que no te cuentan sobre el capitalismo, de Ha-Joon Chang, profesor de Economía Política del Desarrollo en Cambridge. Su lectura permite advertir, entre otras cosas: que no hay mercados libres; que las empresas no se han de gestionar en beneficio de sus dueños, como tampoco los periódicos conforme a las conveniencias de sus editores; que en los países ricos a los directivos se les paga demasiado (en los cincuenta el director ejecutivo medio norteamericano cobraba 35 veces más que un trabajador medio, mientras que hoy en día recibe entre 300 y 400 veces más); que la lavadora ha cambiado más el mundo que internet y la llamada economía posindustrial del conocimiento es un mito porque la industria sigue siendo básica; que si piensas mal acertarán dándote lo peor.

Además indica que el incremento de estabilidad macroeconómica no ha hecho más estable la economía mundial; que las políticas de libre mercado rara vez enriquecen a los países pobres; que el capital tiene patria; que Estados Unidos está lejos de encabezar la tabla de países con mayor nivel de vida; que enriquecer a los ricos en absoluto nos enriquece a los demás; que lo que es bueno para la General Motors ha dejado de ser necesariamente bueno para Estados Unidos; que pese a la caída del comunismo seguimos viviendo en economías planificadas; que la igualdad de oportunidades puede ser insuficiente e injusta; que el deber de los Gobiernos grandes es promover la apertura de la gente a los cambios, y que para una buena política económica han dejado de ser imprescindibles los buenos economistas.

Nuestro autor señala que tenemos por delante la tarea ingente de reconstruir la economía mundial y apunta que si la situación no ha llegado a ser tan grave como en la Gran Depresión se debe a que los Gobiernos han apuntalado la demanda incurriendo en déficits ingentes e incrementando la masa monetaria, a la vez que detenían el pánico bancario mediante la ampliación de los seguros de protección de los depósitos, rescataban muchas entidades financieras y procedían a multiplicar el gasto social, por ejemplo, en subsidios de desempleo.

Antes de hacer su análisis crítico centrado en un tipo de capitalismo, el de libre mercado, Chang deja establecido que del capitalismo se puede decir lo mismo que decía Winston Churchill de la democracia, que es el peor de los sistemas a excepción de todos los demás.

Entre los principios a tener presente al rediseñar nuestro sistema económico, reconoce que el beneficio sigue siendo el estímulo más poderoso para impulsarlo, pero subraya que dejarlo actuar sin restricciones impide sacarle el máximo provecho, que solo se obtiene mediante una adecuada regulación.

Reclama enseguida la toma de conciencia sobre el carácter limitado de la racionalidad humana y puntualiza que el problema básico, más que nuestra falta de información, es nuestra limitada capacidad de procesarla. Niega que el interés material sea el único móvil de los agentes. En su opinión, cuando se ensalza en exclusiva la búsqueda del interés material por parte de las personas y las empresas, se genera un mundo donde el enriquecimiento material absuelve de cualquier compromiso con la sociedad. Si el enriquecimiento material se convierte en la única meta, en la única residencia del prestigio, la sociedad se degrada a formas elementales. Por eso debe coexistir un interés ilustrado.

Chang defiende que debe mejorarse el equilibrio entre las finanzas de los derivados y la economía real, reducir la diferencia de velocidad entre ambas es decisivo para fomentar la inversión a largo plazo y el crecimiento real. Porque en la situación actual las finanzas se han convertido en la cola que menea al perro. Su última recomendación es la necesidad de que el Gobierno se convierta en un elemento esencial de un sistema económico en el que haya más dinamismo y estabilidad y niveles más aceptables de igualdad.

En definitiva, un mejor Estado del bienestar, un mejor sistema de regulación sobre todo para las finanzas y una mejor política industrial. Vayamos presurosos por el camino de Chang.

Miguel Ángel Aguilar. Periodista

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