El acierto de respaldar a España en tiempos de crisis
Los inversores que compraron deuda pública en los peores momentos de la crisis de noviembre tienen premio. La ganancia media llega al 15% en cuatro meses.
Puede que la compra respondiera a un deseo de reforzar la solvencia de España ante los ataques de los mercados o, simplemente, al atractivo de la rentabilidad disparada de la deuda pública. Pero ahora la razón ha dejado de importar. Lo que se impone es la realidad de los números y lo que dicen es que los inversores que se lanzaron a la adquisición de deuda pública durante el huracán que azotó este mercado en noviembre acertaron de pleno.
Y es que la mejora del sentimiento de los inversores hacia España (cortesía, sobre todo, del efecto rebote de las megasubastas de liquidez a la banca del Banco Central Europeo) ha disparado el precio de la deuda pública nacional. Esta variable se comporta de forma inversa a la rentabilidad; de ahí que cuando el Tesoro nacional tenía que pagar el 7% para vender bonos a 10 años (como sucedió a mediados del pasado mes de noviembre) el precio caía en picado. Y de ahí que ahora que esos mismos bonos cotizan en el entorno del 5% (e incluso por debajo hace solo unos días) eso signifique que el precio ha subido mucho.
Tanto si la compra se realizó en el mercado secundario, en emisiones ya realizadas, como si se acudió directamente a una subasta, vender ahora lo adquirido arroja unas ganancias medias que rondan el 15% en cuatro meses. Por ejemplo, los que acudieron a la subasta que marcó un punto cercano al no retorno, esa del 17 de noviembre con vencimiento en 2022, compraron sus bonos al equivalente a un nominal del 92% y ahora cotizan por encima del 104,5%. La plusvalía latente roza el 14%, algo que se acerca al milagro en renta fija y más en un plazo tan limitado.
Hay otras emisiones que se han comportado mejor. Y eso lo sabe quien compró en el mercado secundario en noviembre una colocación de bonos de marzo con vencimiento en 2026. Tocaron su mínimo al 87,86% del nominal y en estos momentos rozan el 103%. La ganancia potencial supera el 15%.
La pregunta ahora es qué hacer con esa inversión; venderla y embolsarse las ganancias o mantenerla y cobrar la elevada rentabilidad anual comprometida, sobre todo si se compró en alguna subasta de noviembre.
Las dudas han surgido en las últimas sesiones. Después de una mejora casi continuada del precio de la deuda pública, las incertidumbres que ha generado el plante de Mariano Rajoy ante el objetivo de déficit de Bruselas y las malas perspectivas para la economía española han enfriado la escalada de este activo. La prima de riesgo española ha vuelto a repuntar y la rentabilidad del bono a 10 años se ha situado por encima del 5%.
Todo ello ha provocado una recaída en el precio de la deuda pública y ha reducido las plusvalías potenciales de los inversores. A eso se suma el papel del BCE. En el último mes ha reducido casi a cero la compra de deuda de los países con problemas, una vez que las inyecciones de liquidez a la banca están haciendo este mismo trabajo desde otro frente. Pero no está nada claro que su presidente, Mario Draghi, esté dispuesto a retomar la tarea en caso de que la vía indirecta falle, sobre todo por la fuerte presión ejercida desde Alemania.
Si este cóctel se adereza con las previsiones para la economía española durante este año y la necesidad de poner en marcha más ajustes para cumplir con el déficit, es posible que la deuda pública nacional muestre alguna señal de debilidad a corto plazo, según algunos analistas. Eso sí, no a los niveles de noviembre, así que las ganancias latentes (aunque algo mermadas) seguirían ahí.