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Tribuna
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Buen gobierno corporativo, ahora más que nunca

Decía Albert Einstein que "en los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento". Si hablamos de imaginación, ya antes de esta crisis utilizábamos multitud de símiles con el objetivo de intentar definir lo mismo: responsabilidad social, gestión ética, buen gobierno corporativo, sostenibilidad…

Es curioso cómo en una gran parte de las empresas españolas se opta por uno de estos conceptos, pero se huye de los otros como de la peste, sin explicación ninguna y sin nada que realmente lo justifique. Llama poderosamente la atención cómo se puede abrazar, por ejemplo, la elaboración de un código ético pero rechazar con contundencia el concepto responsabilidad social. En realidad, cuando hablamos de todo esto, sea lo que fuere, estamos hablando en esencia de lo mismo. La empresa debe ser responsable, debe ser ética, debe ser sostenible y debe estar gobernada con criterios que la permitan convertirse, llegado el caso, en una empresa modelo. Una empresa debe buscar, ante todo, el beneficio económico, porque en caso contrario dejará de tener sentido por no existir la propia compañía. Pero la empresa que busque exclusivamente el resultado está condenada al fracaso a medio plazo, porque si es importante su beneficio (que es el pan de hoy), más importante aún debería ser el origen de ese resultado, que procede de las aportaciones que, de una u otra manera, realizan los grupos de interés, el entorno más inmediato de su actividad (este es el pan del mañana). Y esa es la barrera con la que chocan a menudo los gestores del buen gobierno corporativo, porque es en este punto en el que lo tangible (los ingresos y el resultado) se entrecruza con lo intangible (la percepción que de esa empresa y su comportamiento tienen los grupos de interés).

En la actualidad, en un entorno sacudido por la crisis, en el que el comportamiento de algunos altos cargos y directivos de empresas ha dejado mucho que desear, debemos instar al empresariado español a definir unas claras reglas de buen gobierno corporativo y código ético, unas reglas de obligado cumplimiento para sus directivos. Es inaceptable siempre (y más aún en este momento) que altos ejecutivos de cajas de ahorros arruinadas y que han precisado de la ayuda del Estado (de todos), se hayan lucrado y perciban cuantiosas indemnizaciones tras su salida de la entidad. Un código ético o de buen gobierno debería fijar, claramente, comportamientos básicos para todos los directivos cuyo incumplimiento pueda acarrear graves consecuencias para ellos. Está claro que una empresa debe ser -y parecer- responsable y sostenible, pero más aún debe estar bien gobernada, con criterios éticos, de transparencia, claramente definidos…

Desafortunadamente, el uso del concepto responsabilidad social se ha equiparado en multitud de organizaciones con la acción social de la empresa. Solo la ignorancia de unos pocos ha hecho posible que esa equiparación se haya extendido. Tras años de debate, de mezcla desafortunada de conceptos, hoy parece, por fin, despejada la confusión y la responsabilidad social tiene más que ver con la sostenibilidad de la empresa y con su buen gobierno.

Ha llegado el momento en que todas las empresas comiencen a hablar de lo mismo y superen conceptos que, siendo en esencia lo mismo, explican una realidad de forma diferente. Una empresa debe ser responsable. La empresa que es sostenible es una empresa que también demuestra un comportamiento responsable. En primer lugar, porque es una empresa cuyos resultados económicos hacen posible dar continuidad a ese proyecto, dotarlo de sostenibilidad económica a medio y largo plazo; en segundo lugar, porque en su proceso productivo se beneficia a su entorno, en forma de generación de empleo o de riqueza, lo que redunda en la sostenibilidad social de la empresa, y, por último, porque una empresa que es realmente responsable debe desarrollar todo su trabajo sobre la base del respeto al medio ambiente y hacer posible, así, la sostenibilidad ambiental de su actividad.

Dicho esto, y volviendo al tema de esta tribuna, queda claro que una empresa debe ser responsable y sostenible, pero que su carácter de entidad responsable debe completarlo con unas normas mínimas de comportamiento, de gobierno, que deben ser de obligado cumplimiento para todos, unas normas que deben ir más allá de lo estrictamente legal. Solo así, con la adopción de un código ético y unas normas de buen gobierno corporativo, una empresa podrá acreditar un comportamiento plenamente responsable. Y solo así, la RSE dejará de ser, para muchos, un concepto que solo habla de intangibles para ser, por fin, un término que, en el más amplio sentido de la palabra, refleja cómo es una empresa responsable, sostenible y ética.

Manuel Sempere. Consultor de Comunicación y Responsabilidad Social @manuelsempere

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