Preferentes y persuasivas ofertas que no se pueden rechazar
La banca ha encontrado un verdadero filón en la conversión de preferentes en acciones y en la recompra de deuda, fórmulas que le están sirviendo para reforzar capital y responder así a las dos grandes exigencias que pesan sobre el sector: el cumplimiento del saneamiento decretado por el Gobierno y de los niveles de capital que pide, solo a los cinco grandes, la Autoridad Bancaria Europea.
Pero esta transformación de recursos propios mediocres en otros de primera calidad necesita forzosamente de la complicidad de los clientes que suscribieron esos títulos de deuda, que no siempre es desprendida ni incondicional. Las entidades están anunciando elevados porcentajes de aceptación por parte de sus clientes, aunque esto incluya también situaciones en las que el cliente no conozca en realidad en qué consiste la propuesta ni el alcance de decidir sustituir deuda, aunque sea perpetua como las preferentes y acumule minusvalías, por acciones. En algunas entidades, los clientes están teniendo noticia del canje de sus preferentes por acciones una vez que se ha llevado a cabo.
Barclays advertía recientemente en un informe que "para las entidades que no cotizan, el canje voluntario podría ser difícil de implementarse sin que haya por medio una sustancial coerción a los titulares". Y añade que los clientes bien pueden ser reacios a convertirse en accionistas de una entidad no cotizada que puede que no pague dividendo en el medio plazo. De nuevo, y como siempre que se trata de socorrer a la banca, los clientes, a la par que tenedores de deuda, se convierten en pieza fundamental. Ahora como accionistas de entidades de un futuro por determinar.