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Primer tirón de orejas para Mariano

En clave política debe entenderse la filtración a Reuters, ayer, de las dudas que en Bruselas despiertan las cifras de déficit anticipadas por el nuevo gobierno. Demasiadas horas tardó la Comisión en desmentir la información (lo hizo su portavoz a última hora de la tarde), y demasiado despistado andaba el nuevo gobierno, con Guindos hablando desde Londres y una Moncloa que emitió un extraño comunicado varias horas después de la noticia de Reuters.

Antes que nada, conviene recordar un par de cosas. Primero, contabilizar el déficit no es como mirar las cuentas de una casa. El Gobierno puede aplicar distintos criterios de contabilización sobre las cifras, puede activar o paralizar gastos aprobados pero no desembolsados, puede computar de distinto modo operaciones financieras... siempre que dichas operaciones estén dentro de los criterios de Eurostat. Como sucede en el deporte de elite, donde el concepto de dopaje no es absoluto sino relativo, también pasa con las cuentas públicas.

Baste como ejemplo que Grecia, que todos asumimos que engañó con sus cifras de déficit público en la pasada década, en realidad el mecanismo utilizado por Atenas estaba validado por Eurostat (es por este tipo de cosas por lo que los bancos de inversión y los buenos abogados cobran tanto), y solo se descubrió años después. De hecho, Italia podría haber hecho algo parecido. No es tanto qué hacen los gobiernos con sus cuentas sino en qué medida Eurostat valida o no los criterios utilizados. Una cosa es resistir, o no, la tentación de cargar déficit a gobiernos anteriores, y otra hacerlo saltándose las normas de Eurostat.

En segundo lugar, cabe recordar que todo forma parte de un juego político sobre una ficción: reducir el déficit del 8,2% al 4,4% en un año es algo que no tiene parangón en los países industrializados. Hacerlo sin devaluar la divisa es, directamente, imposible. Por eso el nuevo Gobierno ha insistido en que cumplirá los objetivos de Bruselas, al tiempo que ha intentado que la UE relaje el objetivo del 4,4%.

Por eso, aunque la prensa más cañí hoy nos intente contar que todo se trata de una conspiración socialista, lo cierto es que Bruselas respondió ayer, agarrando de las solapas al señor Rajoy. Por mucha reforma laboral o financiera, la UE no va a relajar sus objetivos para España mientras ahoga a Grecia. Y mucho menos si el Gobierno no quiere presentar presupuestos antes de las elecciones andaluzas.

La pelea se entiende mejor si se tiene en cuenta que la UE aprobó en noviembre que, para evitar que se repita el caso griego, los Estados tienen que remitir a Bruselas una orientación de sus presupuestos anuales. Es la mista suerte de control previo de las cuentas públicas que el Gobierno central quiere ejercer sobre las autonomías. Por eso para Bruselas es clave recibir este presupuesto y verificar el compromiso real de España con la reducción del déficit.

Con la filtración de ayer, la UE dejó claro quién manda aquí. Ni siquiera es necesario que el BCE compre menos deuda o deje de comprarla. Una filtración a tiempo nos recuerda que seguimos sometidos a una intervención de facto. Queda la duda de si esta intervención forzará realmente al Gobierno a publicar los presupuestos antes de lo previsto o simplemente se trata de un toque de atención. En todo caso, se trata del primer tirón de orejas serio para el nuevo Gobierno, con vertiente tanto exterior, en la medida en que la noticia puede sembrar dudas en los mercados, como interna, porque el déficit es el argumento bajo el que se presentan las dolorosas medidas del PP.

Música contra la crisis John Lee Hooker Boom Boom

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