¿Quién pagará el "Guggenheim" de Atenas?
Ninguna ciudad quiere privarse del efecto Guggenheim, ni siquiera Atenas. Mientras los informativos nos hablan (y exageran) de una Grecia con cartillas de racionamiento y niños que se desmayan de hambre en las escuelas, su capital se permite construir un carísimo edifico para mejorar su imagen internacional y codearse con ejemplos de modernidad urbana como Seattle o Bilbao. ¿Puede permitirse Grecia un proyecto valorado en más de 560 millones de euros o 192.000 millones de las antiguas dracmas (y no digamos, de las nuevas si es que llegan?
En teoría, sí, porque la factura correrá por cuenta de la la Fundación Stavros Niarchos (SNF, en sus siglas en inglés), el instrumento filantrópico de los herederos del magnate naviero fallecido en 1996 tras una vida similar a la de Onassis. Se trata, según la fundación, de la mayor donación en la historia de Grecia y una de las mayores en todo el planeta. ¡Ευχαριστω! ¿Ejaristó?
Las dudas sobre a quién agradecer tanta generosidad surgen en un país famoso por la evasión fiscal de sus grandes fortunas. Y por el recurso a un partenariado público-privado para la construcción del colosal Centro cultural (con gran biblioteca y opera incluidas). Y cómo no, porque la operación se pactó con el antiguo gobierno de Karamanlis, que dejó un agujero fiscal sin precedentes, e incluye la urbanización de un gigantesco hipódromo frente a la costa.
Los promotores del proyecto destacan, en cambio, los grandes beneficios que reportará la construcción de un nuevo hito arquitectónico en la desgastada Atenas: un estímulo económico de unos 1.000 millones de euros, más de 1.600 puestos de trabajo, unos ingresos fiscales para el Estado de 15 millones de euros anuales...
El tiempo dirá hacia donde se decanta la gigantesca obra. De momento, las excavadoras ya remueven el terreno. Y la presencia de un arquitecto de la categoría del italiano Renzo Piano, co-autor del parisino Pompidou, permite augurar que, desde el punto de vista artístico, merecerá la pena visitar a partir de 2015 el Centro Cultural SNF.
Solo falta que la cuenta, por vía de exenciones fiscales y otros artificios, no la acaben pagando los griego más pobres como el resto de facturas que revisa la troika estos días.