Estratega de la velocidad
Tras el æpermil;xito del AVE de La Meca, el presidente de Talgo es reconocido como un referente en el proyecto de internacionalización de la tecnología ferroviaria española.
Es el miembro más discreto de una familia -los Oriol- que provoca múltiples ecos en la vida económica y política de España durante las últimas ochos décadas. Su aspecto de sabio algo despistado y su tono de voz cercano al susurro apenas le sirven de parapeto ante su voluntad firme de pasar desapercibido. Lleva 10 años a los mandos de una de las empresas tecnológicas más emblemáticas españolas. Por su trayectoria y por la contundencia con que expresa sus convicciones, se percibe de manera inmediata que nos encontramos ante una figura clave en la historia de Talgo, pisando los talones a sus fundadores: el mítico creador de la tecnología de ejes ferroviarios independientes Alejandro Goicoechea y su mecenas, José Luis Oriol y Urigüen.
Carlos Palacio tiene todo el mérito de haber rescatado al material ferroviario de Talgo de una dependencia histórica de los pedidos de Renfe, de lanzar a la compañía a su aventura internacional, de abrir una puerta a la internacionalización de la propiedad de una empresa que estaba confinada en el cerrado círculo familiar de los Oriol y, sobre todo, de convencer a sus socios y familiares de que fabricar uno de los mejores trenes de alta velocidad que hoy ruedan por el mundo, el pato, no era un reto que quedaba lejos de la bondad de la tecnología original de la empresa y de sus capacidades.
Y, para mayor mérito, estos logros se ha conseguido manteniendo la fidelidad a los conceptos de los ejes ferroviarios independientes y al tren gusano que ideara a mediados del pasado siglo el visionario del futuro del ferrocarril Alejandro Goicoechea.
Carlos Palacio Oriol es el cuarto hijo de los siete que tuvieron José María Palacio, doctor en Medicina, y María Sacramento de Oriol y Urquijo, marqueses de Villarreal de Álava y de Casa Palacio, títulos nobiliarios que han heredado sus dos hermanos mayores.
En él confluyen apellidos ilustres de la economía, la política y las finanzas española, pero se siente especialmente orgulloso de ser conocido como Carlos Palacio -es primo de las hermanas Loyola, desaparecida en 2006, y Ana de Palacio- y prefiere prescindir del de que acompaña a su apellido paterno. Una reivindicación de carácter.
Todo comenzó con el abuelo, José Luis de Oriol y Urigüen, arquitecto, empresario y político conservador. El patriarca participó activamente en la fundación de Hidroeléctrica Española en la primera década del siglo XX, en la creación de la Sociedad Española de Construcciones Babcock & Wilcox y en varias sociedades mineras. Pero su principal aportación empresarial fue la creación en 1942 de Patentes Talgo para desarrollar el tren gusano o articulado ideado por el ingeniero Alejandro Goicoechea, y en un momento en que el sector ferroviario estaba prácticamente arruinado.
Carlos Palacio nació 10 años después de ese hito. Fue un alumno aplicado en el Colegio del Pilar, por cuyas aulas ha pasado buena parte de la élite política y empresarial madrileña. Expediente de matrícula de honor y rumbo a la Universidad Complutense. Tras licenciarse en Derecho con un currículum académico brillante, realizó el curso del Colegio de Europa de Brujas (Bélgica), en la rama jurídica, graduándose en Altos Estudios Europeos con el número uno de su promoción. Sus pasos se encaminaban hacia el Derecho comunitario. Dos décadas trabajando en el engranaje comunitario -fue el primer funcionario español de las Comunidades Europeas- le convirtieron en un experto en instituciones, competencia, política agrícola y relaciones exteriores. Un camino que le prepararía para la actividad internacional que desarrollaría más tarde.
En 1997 es nombrado consejero de Talgo. Su proyección en la empresa familiar parecía trazada. Dos años después, es presidente de la filial finlandesa, vicepresidente ejecutivo de la matriz y responsable de la alta velocidad. En diciembre de 2002 sustituía a Lucas Oriol en la presidencia del grupo.
Desde entonces, su apuesta ha sido la innovación y la tecnología. "Carlos lo ha entendido desde el principio", reconoce Juan Mulet, director general de Cotec, fundación a la que pertenece el presidente de Talgo. Carlos Palacio Oriol es un patrono que se implica, que participa en las comisiones de trabajo de la fundación, explica Mulet. Buena prueba es el Premio Talgo a la Innovación Tecnológica, orientado a proyectos con aplicaciones en el mundo ferroviario, pero con miras más amplias.
Persona tremendamente tímida, Carlos Palacio Oriol rehúye las apariciones públicas, aunque es consciente de que trabaja para Talgo y hace lo que sea por la empresa, aseguran sus colaboradores. Conoce a sus empleados por su nombre y la puerta de su despacho siempre está abierta.
Es un hombre religioso, para el que la familia es lo primero. Lleva 22 años casado con Teresa Gaytán de Ayala, miembro de la aristocracia como él, con la que tiene dos hijos adolescentes. Con ellos se ha dejado fotografiar a las puertas de la Maestranza, en Sevilla. También es un gran deportista, que con los años ha sustituido la pista de tenis por la de pádel.
La discreción de Carlos Palacio se ha visto quebrada ante la trascendencia del último logro de su empresa: vender 35 trenes, con opción de otros 20, para la emblemática línea del AVE de los peregrinos del islam entre La Meca y Medina en Arabia Saudí. En esta hazaña, que inyectará a la economía nacional en el momento más oportuno 6.730 millones de euros, le acompañan 12 empresas y muchos otros empresarios. Pero Palacio es muy suyo para sus cosas y en privado comenta que si grande es la satisfacción por la conquista del proyecto de construcción de un AVE para cruzar el desierto de Arabia, mayor fue el gusto cuando el año pasado ganó el concurso mucho más modesto, por 150 millones, para vender trenes en la antigua república soviética de Uzbekistán: "Entonces pensé: por fin hemos conquistado un nuevo mundo para Talgo", confesó a sus próximos.