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El trabajo griego de Merkel

Será difícil que, como sucedió con los días previos a la quiebra de Lehman, surjan de Hollywood películas que narren la desastroas intervención de la Unión Europea en Grecia. Pero el Viejo Continente ha superado, con mucho, la aparente ineptitud del gabinete Bush en su gestión de la crisis. Donde mejor se puede apreciar, en toda su extensión, la inutilidad europea es en Grecia.

El planteamiento de Bruselas (o, mejor dicho, de Fráncfort-Berlín) ha sido aferrarse, por motivos no siempre declarados, al contradictorio axioma que figura en los tratados del euro: no hay rescates, no hay impagos, no hay salida del euro. Después de dos años y medio, y tras una brutal recesión en Grecia, se ha gastado una cantidad indecente de dinero gastado en rescates y mecanismos de contención de la crisis, Grecia está negociando una quita de en torno al 70% de su deuda.

El creciente descuento que se exige a los acreedores, (del 21% al 70% en medio año) no es sino la constatación del fracaso de las políticas de austeridad a cualquier precio. Una política exclusivamente punitiva; los ajustes, más ajustes y todavía más ajustes no tienen, ni jamás podrían haber tenido, capacidad por sí solos para tapar el agujero griego. Un país con la economía colapsada no puede pagar sus deudas, por mucho que quiera. 

Es más, las negativas a amenazar con un impago de deuda o con una salida del euro provocó que la UE haya tenido que mantener con respiración asistida al Tesoro griego. Y no solo eso. El BCE insistió en que no se activasen los contratos de seguro de impago, o CDS. Para lo cual es necesario que la quita de deuda griega no se produzca por decreto ley sino de forma voluntaria. La última parte de la negociación versa sobre el tipo de interés de la deuda de nueva emisión. Europa ha considerado que la última propuesta incluía tipos de interés demasiado altos, por lo que las finanzas de Grecia seguirían siendo insostenibles.  

Grecia, o el FMI, o la UE, o el BCE, podrían asumir un pequeño porcentaje de hedge funds que se nieguen a aceptar la quita. A estos inversores se les podría pagar su parte sin entrar en impago oficial ni activar los contratos de de CDS. Pero si demasiados inversores quieren jugar esta carta, entonces la operación fracasa, y Grecia se ve obligada a decretar un impago. Ni el BCE ni el FMI puede prestar dinero a un país en quiebra, y la banca griega, además de no tener acceso a liquidez (esto no es nuevo, vive exclusivamente del BCE) se expondría a una fuga de depósitos. Los efectos sobre la economía griega serían desastrosos, pero eso nunca ha preocupado mucho fuera de Grecia. El problema vendría, sobre todo, para la banca europea. De ahí que siga sentada a la mesa.

Lo cómico del caso es que es exactamente este escenario el que se quiso evitar en 2010, y por lo que se pusieron en marcha los paquetes de rescate y las medidas de austeridad. Se quiso evitar un impago griego por el efecto sobre la banca; pero como no solo se trataba de contentar a la banca, sino también determinados dogmas ideológicos y determinados graneros electorales, tampoco se optó por la solución alternativa, es decir, rescatar a Grecia. Se inyectó dinero con cuentagotas para evitar el impago, y se impusieron planes de ajuste con tintes de ensañamiento.

Dos años y pico después, Grecia solo ha visto agravarse su recesión trimestre tras trimestre, llegando a una contracción cercana al 8%. Sus cuentas públicas, lógicamente, han ido a peor, pues no hay ajustes que compensen la pérdida de ingresos fiscales que provoca una recesión de tal calibre. El contagio ha afectado a Grecia y Portugal (ya intervenidos) y a España, Italia y Bélgica. Ahora se calcula en por lo menos un billón de euros la capacidad mínima del fondo de rescate que evite la explosión de la zona euro. El BCE tiene que imprimir dinero a manos llenas. Y la zona euro está en recesión. Todo eso, para que las cabezas pensantes de nuestro continente estén exactamente en el mismo punto que hace dos años: cómo evitar que Grecia entre técnicamente en impago. 

Música contra la crisis: Zorba el Griego, de la película Lock & Stock

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