Postal desde una isla al borde del futuro
“Ya verás cuando esto reabra”. La frase se escucha nada más llegar a La Restinga, la pequeña localidad costera en la isla de El Hierro que ha visto paralizada su actividad pesquera y turística como consecuencia de una erupción subacuática. “Solo con la de gente que va a venir para bucear y ver cómo ha quedado el fondo...”, se suma otro herreño a la esperanza de su paisano.
Pero a falta de ese negocio hipotético, La Restinga parece sumida en el letargo de esos lugares donde se ha apagado la fiebre de un oro pasajero (el buceo en este caso). Y toda la isla parece resentirse de unos temblores que han frenado la llegada de turistas y han condenado al paro o a la emigración a parte de la población.
Casi un tercio de la población, según el Diario de Avisos, se ha marchado del municipio de La Frontera, uno de los mayores de la isla (8.000 habs. en total). Y a los trabajadores del Parador de Turismo de El Hierro solo les ha salvado de un ERE el nombramiento de un canario como ministro de Industria (José Manuel Soria).
Los isleños atribuyen la ola de pánico a la desproporcionada atención mediática y política que ha merecido su rebujito volcánico (la ministra de Defensa del último gobierno de Zapatero, Carme Chacón, llegó a visitar a las fuerzas del ministerio destacadas en la isla, como si estuvieran en una zona de extremo peligro). Pero confían en que esa misma atención haya colocado a El Hierro, la isla más occidental, más meridional y más pequeña del archipiélago canario, en el radar de potenciales visitantes de todo el mundo.
Las restingolitas, el nombre que los habitantes de la isla han dado a las piedras de hasta un metro cúbico y 200 grados de temperatura que flotan el mar de las Calmas tras cada erupción, ya posan como recuerdos en los mostradores de los pocos locales comerciales que a principios de este mes de enero permanecen abiertos.
“Canarias se hace más grande por el sur”, anuncia el cartel de una exposición que, a partir del 14 de enero, parece apostar por el surgimiento de una "novena" isla canaria (la prensa local cuenta a Venezuela como la "octava"). El surgimiento de un nuevo islote, por pequeño que sea, parece el epílogo preferido para tantos meses de temblores, un nuevo atractivo que podría compensar tantas semanas sin apenas actividad.
Pero el desenlace del episodio sismológico es, de momento, impredecible. Y por ahora, solo ha dejado a la hermosísima isla de El Hierro un poco más vacía que de costumbre. Los isleños, afortunadamente, nunca se jugaron su bienestar a la carta exclusiva del turismo y han mantenido un sistema económico y social (basado en gran parte en el cooperativismo) que les ayuda a afrontar este incierto y duro período. Mientras su futuro se escribe bajo el mar, la isla mantiene la calma y ofrece al visitante el privilegio de disfrutar casi en solitario de tantos climas y paisajes como arrugas en su rocosa piel.
Foto: un viajero observa el Mar de las Calmas en La Restinga (B. dM., 4 enero 2012).