La tienda más mítica de la música indie y electrónica echa el cierre
Que en mitad de la mayor crisis de la historia cierre un pequeño local no parece ser una gran noticia. Sin embargo, muchos melómanos no van a poder evitar estremecerse cuando en unos pocos días eche la persiana CD Drome, una de las tiendas de discos míticas de la música indie y electrónica en España.
Han sido justo veinte años desde que, en 1992, Oriol Valls y Jordi Raich abrieran este pequeño local situado en el centro de Barcelona, junto a la calle Tallers, una estrecha vía cercana a las Ramblas, que llegaría a reunir una treintena de tiendas de discos de las que apenas quedan las que se cuentan con los dedos de una mano.
Los efectos de las doble crisis, la que afecta al sector musical, consecuencia de las descargas ilegales y el pirateo en general, y la económica que está afectando a todos los españoles, ha podido con esta tienda de referencia.
Con un tono pragmático en su voz, Oriol Valls explica que llevaban tiempo rumiando el final, tras varios ejercicios de esfuerzo sin recompensa, y después de tener que cerrar en 2010 la sucursal que abrieron en Madrid.
"Hemos hecho el intento de salvar un negocio, pero no ha podido ser", resume el copropietario, que no quiere buscar culpables en la administración por no haber puesto en marcha una ley efectiva contra la piratería.
"No señalamos a nadie por esta responsabilidad; obviamente, el todo gratis es criticable, es una realidad que nos ha afectado, al igual que la crisis global", remarca.
La tienda tuvo su momento de esplendor entre 2000 y 2004, coincidiendo con la explosión de la música electrónica en España, pero la decadencia, a partir de 2006, fue radical.
Desde que anunciaron el cierre de la tienda en Facebook, han recibido bastantes mensajes de aliento de amigos y clientes, actuales y pasados, y muchos de ellos se han acercado al local de Valdonzella para adquirir alguno de estos últimos discos, o hacerse una foto con los dueños.
Valls y Raich, que seguirán en el sector, dedicados la consultoría musical para empresas, recuerdan el perfil de quienes han sido sus principales clientes: jóvenes y muchos "exjóvenes" -que rondan los 40 años- consumidores compulsivos de música que se fiaban de las "recomendaciones" que la pareja anotaba en un gran espejo, como los "platos principales" de un restaurante.
Estos días, en ese espejo hay una lista escrita con rotulador con el título de un álbum por cada uno de los años en que CD Drome ha estado abierta desde el Slanted & Enchanted de Pavement, de 1992, al This is England de P. J.Harvey, de 2011, y de hitos como el If you are feeling sinister de Belle & Sebastian o The Greatest de Cat Power.
Las cubetas y los expositores, cada vez más vacíos, dan un toque inevitablemente nostálgico a un local que algunos habituales, según reconocen, percibían como un espacio propio más que un negocio, un lugar especial en sus autobiografías, que formó parte de un circuito de tiendas de una escena que se apaga.
"Muchos nos comentaban que salir del trabajo y meterse media hora en la tienda era a veces lo mejor de su semana, otros que venían de fuera de Barcelona para comprar aquí; esa sensación de espacio compartido es la que nos queda", asegura Valls.
Por CD Drome han pasado también muchos artistas y djs, nacionales e internacionales -Ritchie Hawtin, Sonic Youth, Yo la tengo- y, de hecho, la trayectoria de la tienda va casi paralela al Sonar, un festival que se celebra a escasos metros de allí, y más recientemente al gigante Primavera Sound.
Aunque les han planteado celebrar una fiesta de despedida han rechazado la oferta: "Hemos dicho que no, somos malos homenajeados", se ríen.
En cuanto al devenir de la industria musical y la distribución, Valls dice que no quiere actuar de futurólogo, pero advierte que "el fenómeno del todo gratis" para justificar el acercamiento de la gente a la cultura "es una fórmula equivocada" aunque de momento, reconoce, nadie ha propuesto otra más eficaz.
"Pero mientras haya chavales, de veinte años, capaces de organizarse bien, hacer sus números y tener ilusión, se seguirán abriendo tiendas de discos, lo que dudo es que logren sobrevivir veinte años. Ojalá me equivoque", se resigna.