Pasado y futuro del ministro De Guindos
Es indudable que durante años hemos tenido todo a nuestro alcance para hacer que España fuese hoy un país muy diferente. Esta reflexión, que a los más susceptibles les puede sonar a masoquismo, es para mí un ejercicio necesario de autocrítica, que sea iluminador tanto para el presente como para el futuro.
La crisis financiera y su posterior mutación en crisis de deuda hace que España tenga que afrontar con muy poco margen de maniobra una larga lista de reformas que la obliguen a abandonar esa especie de sueño de adolescencia en el que ha vivido demasiado tiempo y se convierta, por fin, en una economía madura. La lista de medidas es extensa e incluye el famoso control del déficit, la reforma del sector financiero, la reducción drástica del desempleo, la mejora del funcionamiento de los mercados de bienes y servicios, la creación de una cultura de mayor eficacia en las Administración pública, aumentar y mejorar la inversión productiva, frenar drásticamente el proceso de desigualdad, empobrecimiento y exclusión social, restaurar un cierto nivel de confianza en las instituciones y, en particular, en la clase política, etc.
En resumen, una reactivación sustancial de un modelo que arrastra lagunas notables.
Todo ello, además, en el contexto de un proceso embrionario de unión fiscal a nivel europeo en el que España tendrá que saber negociar adecuadamente con el objetivo de proteger sus intereses. Y, por si fuera poco, todavía con el fantasma presente de la impunidad y el abuso que originó y desencadenó la crisis financiera.
Dicha tarea tiene dos ejes indispensables. Por una parte, un ministro de Economía que recupere la confianza de todos por su visión y conocimiento de la economía del país y por su capacidad negociadora. Por otra, no escatimar esfuerzos en explicar bien a la opinión pública qué se va a hacer, por qué y para qué.
El ministro de Economía y Competitividad, Luis de Guindos, tiene la reputación de ser un gestor ejemplar. Todos esperamos que así lo sea. Sin embargo, ahora no hablamos de un banquero sino de un ministro y, por tanto, además de sus cualidades como gestor, a mí me gustaría saber qué tipo de economía defiende. Debo admitir que, dadas las circunstancias, esto responde más a una preocupación personal que a un ejercicio de mera curiosidad. ¿Por qué?
De Guindos ha sido un testigo excepcional de dos de los mayores desaciertos de los últimos 15 años. Por una parte, como secretario de Estado de Economía en el último Gobierno de Aznar, convivió con el diseño y ejecución de una estrategia de crecimiento para el país que, desde mitad de la década pasada, se describía en Europa como el modelo a no seguir. Por la otra, como ejecutivo del banco que pasará a la historia como referencia de la trampa y la especulación, y cuya caída en desgracia ha creado un auténtico desastre, reemplazando negocios, trabajos y confianza por el cementerio de las oportunidades y un drama social moralmente intolerable.
Es evidente que el nuevo ministro ha estado en una posición inmejorable para valorar los errores que se hayan podido cometer. No olvidemos que la situación en la que estamos hoy no es el resultado de una catástrofe natural, sino de estrategias económicas privadas y públicas ampliamente meditadas y diligentemente ejecutadas. Por eso me parece tan legítimo como necesario preguntar si ha aprendido alguna lección de todo esto y, especialmente, cómo la traslada a la situación actual de España como ministro de Economía y Competitividad.
Esto es importante por otra razón. Para mí siempre ha sido un misterio el criterio utilizado por el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero para elegir a sus ministros. Una de las peores herencias que dejan es haber acostumbrado a los ciudadanos a tener que mantener la esperanza sin poder creer mucho de lo que sus responsables políticos les transmitían. El nuevo Gobierno no puede subestimar la sensación de desprotección que existe en la sociedad española, que exige un esfuerzo de explicación y comunicación genuino, que evite la verborrea política y las promesas vacías.
El presidente Mariano Rajoy ha anunciado que la transparencia va a ser una de sus principales guías de trabajo y el año 2012 comenzará con un nuevo paquete de reformas económicas sobre la mesa. Yo creo que España está preparada para expiar los males y apostar de una vez por todas por un modelo que la convierta en una economía sólida y en un país competitivo. Pero para ello hace falta algo más que buenos gestores. Espero que no pierdan la oportunidad y, especialmente, que no se olviden de contar con todos.
Carlos Buhigas Schubert. Analista político y especialista en asuntos europeos
@buhigaschubert