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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El doble valor de la palanca fiscal

La primera providencia de la política presupuestaria es llevar el déficit de las Administraciones públicas hasta el 4,4% en 2012 y hasta el 3% en 2013, tal como el Gobierno de España, el de antes y el de ahora, se han comprometido con las autoridades comunitarias. Pero tiene reservada una segunda consistente en convertirse también en palanca del crecimiento de la economía y en movilizador de la confianza de los agentes internos. La primera de las funciones es un ejercicio nada fácil a juzgar por lo exprimidos que están los recursos en la entrada y en la salida de la caja, por el nulo crecimiento de la economía que pone a prueba la elasticidad histórica de cualquier impuesto y por los interrogantes existentes en la partida de unos gastos financieros que están en manos del capricho, más o menos justificado, de los mercados financieros. Y la segunda, que no secundaria, solo puede ejercitarse si está garantizada la primera.

Dado que en este asunto y en este momento procesal como en ningún otro puede aplicarse el aserto de que lo primero es antes, las señales del Gobierno nuevo deben estar inequívocamente dirigidas a generar en los financiadores de España, los inasibles mercados financieros, la idea de que las cuentas de todas las Administraciones públicas irán irreversiblemente al punto prometido. El compromiso del presidente del Gobierno en su investidura fue explícito en esta cuestión, y con él comulga el equipo que se ha hecho cargo de Economía y de Hacienda, funcionario arriba funcionario abajo, el mismo que en 1996 domeñó el déficit y la inflación hasta cumplir con el objetivo de entrar en el euro.

Pero dado que el recorrido presupuestario es muy intenso, ya sea de 16.500 millones o se acerque a los 40.000 barruntados por los más pesimistas, la pérdida de potencial de demanda en la ciudadanía será igualmente intensa, provenga de un recorte en la renta distribuida en liquidez, en bienes o en servicios, o provenga de un incremento de los impuestos o las tasas a los administrados. Por tanto, el efecto inmediato en el crecimiento de la economía será contractivo, y contractivo será el comportamiento del empleo.

Así las cosas, el Gobierno sabe que tiene que buscar compensación en la política económica para mitigar el golpe, independientemente de que la firmeza en cuadrar los números ya proporcione un efecto balsámico sobre la financiación del Estado y de la economía en general. Sabe que a los agentes económicos sometidos a una prueba de esfuerzo hay que proporcionarles respiraderos que alivien el sacrificio y que, si funcionan comanditariamente, pueden convertirse en las primeras palancas del crecimiento de la economía. Esos primeros estímulos son los que conforman la segunda función, insistimos en que en absoluto secundaria, de la política presupuestaria y fiscal cuando el pesimismo paraliza las decisiones y el sistema financiero vive a expensas del grifo de Fráncfort y del cambio de humor de unos mercados ciclotímicos.

Los primeros gestos de naturaleza fiscal del Gobierno llevan implícito el carácter estimulador de la actividad económica, incluso puede asegurarse que en el pasado funcionaron como tales con un desempeño apreciable. Cierto es que el aserto popular de que cuando las vacas están de dar leche, la dan hasta por los cuernos, es de aplicación al caso: cuando el clima económico es optimista y la demanda pujante, los estímulos funcionan como un efecto multiplicador. Pero el mérito está en crear precisamente un clima apropiado al riesgo, el consumo, la inversión y las apuestas de los emprendedores.

Y ese parece ser el cometido de rescatar la deducción por vivienda habitual para las casas en stock, desfiscalizar en parte los beneficios reinvertidos, inyectar 3.000 euros por cada primer empleo creado por un autónomo o rescatar un trato fiscal preferente al cobro de los fondos de pensiones. Debe evitarse en todos ellos un recalentamiento en las actitudes de los agentes económicos, como la sobreadquisición de vivienda con la deducción general en el pasado. De momento, todas las medidas componen una primera, aunque insuficiente, plataforma para que emprendedores, inversores o ahorradores retomen las decisiones que podían haberse paralizado en los últimos trimestres y que son imprescindibles para reactivar la recuperación de la economía.

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